Vengo a ofrecer mi corazón (Sax alto)

LOS PASOS DE LA MUERTE
Los pasos de la muerte pisan fuerte, aunque en silencio.
Han pisado mi calle y han pisado mis afectos,
¿Cuándo esos pasos sonarán por mí?
Por mí, que nunca exploré el Amazonas
ni aprendí de un maestro en el Himalaya.
Por mí, que no he llegado a una playa
viajando en el lujo de un crucero.
Por mí, que no conocí el amor en un café de París,
ni bailé abrazado en una plaza de Roma.
Los romances de película no son para mí,
los besos de final feliz me están negados.
Ni mis poemas enamoran
ni mis canciones conmueven.
Mis palabras de amor son como un puente
que trata de sostenerse solo de un lado.
No he compuesto sinfonías
y sólo he escrito un libro que se muere en los estantes.
Se hacer mil cosas que a nadie importan,
se de muchas cosas que no son interesantes.
¿Acaso seré recordado después de mi muerte?
¿Alguien dejará escapar alguna lágrima
cuando bajen la tapa de mi ataúd?
Pero el presente ocurre ahora,
y ahora me toca vivir
con mis alegrías y tristezas.
Me quedo habitando la vida.
Me quedo armado con la música, melancólico
alimento para los que vivimos de amor,
un pobre amor que solo de pensamiento se alimenta.
Me quedo con la esperanza,
la esperanza que a la vida pertenece,
la esperanza con la que la vida se defiende
de esa muerte acosadora y que ronda agazapada,
dando pasos en la cercanía y lanzando su llamada.
Escucho esos pasos y le lanzo una canción,
que aunque es inútil la ahuyenta
como una lechuza a un mal sueño.
La alejo, a golpes de saxofón.
le atravieso, como saeta, un soneto.
Y ella ríe, con su mueca descarnada
y me dice: “está bien… es sólo cuestión de tiempo”.