El mundo real, como el mental imaginario, puede ocupar, llenar mi mente cuerpo de sentido y significación, como el mundo mental virtual, ese el de la palabra y la representación, que también puede llenar, ocupar mi mente, mi cuerpo, de cierta realidad y sentido, con sus significaciones. Uno se puede mover y manejar con responsabilidad, o conducirse con ella, en y hacia nuestro entorno, mundo envolvente y circundante. En tal sentido se complejiza, o se complica, hacia cuál de ellos me dirijo, cuando me comporto me muevo con la responsabilidad, impulsado por mis intereses, deseos e intenciones. Cuando me muevo hacia el mundo mental virtual, el que se puede auto representar y sostener configura reproducir por medio de ello, o hacia el mundo real irrepetible, el inédito, nunca alcanzable por la representación, que no se sostiene ni se da, ni se reproduce por medio de la representación. Auto interrogarme hacía que mundo me dirijo, por cual me rijo, fundándome en el respeto de cuál de ellos. El auto interrogarme por tales posibilidades, de dos realidades mundos totalmente distintos y distantes entre sí, es importante a la hora de especificar mi conducta. Cuando asumo moverme comportarme por el concreto mundo virtual-mental, el de la representación, me oriento y muevo con la vida mental y efímera de mi corporalidad real, arrastro invierto, llevo algo o mucho de lo real, o lo traduzco, hacia tal mundo, el de lo virtual, hacia los objetivos y la intención, los deseos de tal mundo. En relación a ello, no me muevo hacia el real efímero mundo de los huesos, o el real que se hace agua en la boca, que nos rodea, envuelve y constituye, que nos abre a la experiencia de la vida y la muerte. A no ser que invierta el camino, que decida descender moverme arrastrar y traducir cosas del mundo imaginario mental virtual, el de la representación, hacia el real, al de la creación y destrucción constante, que nos pare alumbra, que nos traga y nos devora, en el mismo acto constitutivo, en un mismo y único acto, mientras que el otro mundo es completamente otro, en su composición.
Que encuentro interesante y discutido. Muy bueno
El mundo real, como el mental imaginario, puede ocupar, llenar mi mente cuerpo de sentido y significación, como el mundo mental virtual, ese el de la palabra y la representación, que también puede llenar, ocupar mi mente, mi cuerpo, de cierta realidad y sentido, con sus significaciones.
Uno se puede mover y manejar con responsabilidad, o conducirse con ella, en y hacia nuestro entorno, mundo envolvente y circundante.
En tal sentido se complejiza, o se complica, hacia cuál de ellos me dirijo, cuando me comporto me muevo con la responsabilidad, impulsado por mis intereses, deseos e intenciones.
Cuando me muevo hacia el mundo mental virtual, el que se puede auto representar y sostener configura reproducir por medio de ello, o hacia el mundo real irrepetible, el inédito, nunca alcanzable por la representación, que no se sostiene ni se da, ni se reproduce por medio de la representación.
Auto interrogarme hacía que mundo me dirijo, por cual me rijo, fundándome en el respeto de cuál de ellos.
El auto interrogarme por tales posibilidades, de dos realidades mundos totalmente distintos y distantes entre sí, es importante a la hora de especificar mi conducta.
Cuando asumo moverme comportarme por el concreto mundo virtual-mental, el de la representación, me oriento y muevo con la vida mental y efímera de mi corporalidad real, arrastro invierto, llevo algo o mucho de lo real, o lo traduzco, hacia tal mundo, el de lo virtual, hacia los objetivos y la intención, los deseos de tal mundo.
En relación a ello, no me muevo hacia el real efímero mundo de los huesos, o el real que se hace agua en la boca, que nos rodea, envuelve y constituye, que nos abre a la experiencia de la vida y la muerte.
A no ser que invierta el camino, que decida descender moverme arrastrar y traducir cosas del mundo imaginario mental virtual, el de la representación, hacia el real, al de la creación y destrucción constante, que nos pare alumbra, que nos traga y nos devora, en el mismo acto constitutivo, en un mismo y único acto, mientras que el otro mundo es completamente otro, en su composición.