Catástrofes aéreas y marítimas. Triángulo de las Bermudas

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  • Опубліковано 25 сер 2024
  • El Triángulo de las Bermudas se encuentra frente a la costa sureste de los Estados Unidos y forma una zona triangular en el Océano Atlántico. Las tres esquinas del triángulo son: Miami (en Florida); San Juan (en Puerto Rico); y Bermudas (una isla del Atlántico norte en la que se le ha llamado así). El autor estadounidense Vincent Gaddis fue el primero en definir este límite en 1964 en un número de la revista llamada Argosy y llamó al área ‘El Triángulo de las Bermudas Mortal’.
    Las Bermudas, también conocidas como islas Somers, fueron descubiertas por Juan de Bermúdez en 1503 durante su expedición en busca de tesoros en el Caribe. Sin embargo, no fue hasta 1609 que las islas fueron colonizadas por la Compañía de Virginia.
    La colonización de Bermudas fue un desafío debido a su ubicación remota en medio del océano Atlántico y a la falta de recursos naturales. A pesar de esto, los colonos lograron establecer una economía basada en la agricultura, la pesca y el comercio marítimo
    En los siglos siguientes, las Bermudas experimentaron un crecimiento económico significativo gracias al comercio marítimo y a la construcción naval. Las islas se convirtieron en un importante centro de transporte y comercio en el Atlántico.
    Además, las Bermudas desarrollaron una identidad cultural única, influenciada por las tradiciones británicas y africanas. La música, la danza y la gastronomía son algunas de las manifestaciones culturales más destacadas de las islas.
    El Triángulo de las Bermudas es un área triangular extraña en el océano Atlántico donde muchos barcos que navegan a través de él o aviones que sobrevuelan aparentemente han desaparecido sin dejar rastro. En algunos casos en que se encontraron restos de naufragios, la tripulación desapareció. Y tales incidentes han estado ocurriendo desde hace siglos. En los últimos cinco siglos han desaparecido más de 1000 barcos y aviones en el área del triángulo y aún continúan estos incidentes en el Atlántico.
    La tarde del 5 de diciembre de 1945, ocho meses después del fin de la Segunda Guerra en Europa y a tres meses de la rendición de Japón en el Pacífico, la escuadrilla de bombarderos al mando del teniente Charles Carrol Taylor salió de Fort Lauderdale, Florida con una ruta fijada y una tarea a cumplir: volar en un triángulo, oh ironía, que los llevaría unos trescientos kilómetros al Este, otros cuarenta al Norte, luego un giro al sudoeste y vuelta a casa. En el medio, debían dejar caer unas bombas en unos peñascos que servían de blanco. Nada del otro mundo.
    A las dos y dos minutos los aviones despegaron y de inmediato estuvieron en formación a una velocidad de trescientos kilómetros por hora. A las tres, Taylor informó que habían soltado sus bombas sobre el arrecife. Una hora y media más tarde, cuando todos ya debían estar de regreso en casa, el comandante Taylor envió por radio un extraño mensaje: “Llamando a la torre… Esta es una emergencia. Parece que estamos fuera de curso. No podemos ver tierra. Repito; no podemos ver tierra”. Cuando la torre de control preguntó a Taylor cuál era su posición, a respuesta fue sinónimo de fatalidad: “No estamos seguros de nuestra posición. No podemos estar seguro de dónde estamos. Parece que nos hubiéramos perdido”.
    En marzo de 1918, el USS Cyclops desapareció durante un viaje entre Barbados y Baltimore, con sus 306 pasajeros y miembros de equipaje. Esta catástrofe fue la pérdida más pesada, en periodo sin guerra, del ejército norteamericano, y también un real misterio para los encuestadores.
    Los primeros reportes de este tema se remontan a la época de Cristóbal Colón, ya que se dice fue en la isla de San Salvador, en las Bahamas, donde este aventurero tocó tierra por primera vez en el Nuevo Mundo. En el transcurso del viaje, los marineros fueron testigos de una inmensa estela de fuego que estallo en el cielo, giro alrededor de la nave y desapareció en el océano. La brújula de abordo sufrió perturbaciones inexplicables, por lo que el pánico se apodero de la gran mayoría de los marineros e incluso se tuvo miedo de que se generara un motín.
    En septiembre de 1494, el navegante del navío, observo los movimientos de un “monstruo marino” a la altura de La Española, que es la isla que se encuentra entre Haití y la Republica Dominicana, a lo que Colón lo interpreto, según la costumbre de la época, como signo precursor de tempestad. El mismo año, un curioso “torbellino de viento” envió a tres de los barcos de la flota al fondo del mar después de haberlos hechos dar vueltas como si fueran de juguete, todo esto sin haber tormenta o presagios de mal tiempo.
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