LAS PLAGAS DE EGIPTO. Video 9 -La plaga de granizo.

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  • Опубліковано 6 вер 2024
  • Éxodo 9: 13 al 35.
    Nota: "El octavo milagro y el décimo iban dirigidos contra la adoración de Isis y Osiris, a quienes, juntamente con el río Nilo, ponían en primer lugar en la larga serie de sus dioses. Estos ídolos eran originalmente los que representaban el sol y la luna; se creía que dominaban la luz y los elementos; y su culto predominaba en alguna forma entre todas las naciones más antiguas. Los milagros que iban dirigidos contra el culto de Isis y Osiris debieron hacer una profunda impresión tanto en los israelitas como en los egipcios. En un país donde llueve muy rara vez, donde la atmósfera está siempre en calma y los astros brillan cada noche, ¡cuán grande debió ser el terror que se apoderó de todos durante la rebelión de los elementos que se menciona en los anales hebreos; en ese largo plazo de tres días y tres noches cuando la lobreguez de las densas tinieblas se extendía como paño mortuorio sobre toda la tierra¡ Jehová de los ejércitos ordenó a la naturaleza que le proclamase Dios verdadero; el Dios de Israel confirmó su supremacía y ejerció su poder para envilecer los ídolos, destruir la idolatría y librar a los descendientes de Abrahán de la tierra de su esclavitud. (Nota: Dos milagros fueron hechos contra el culto del Nilo y otros dos contra Isis y Osiris porque se los tenía por los dioses supremos. Muchos ponían al Nilo en primer lugar, porque decían que tenía poder para regar a Egipto sin intervención de los elementos.
    Se amenazó a Faraón con una plaga de granizo y se le advirtió: “Envía, pues, a recoger tu ganado, y todo lo que tienes en el campo; porque todo hombre o animal que se hallare en el campo, y no fuere recogido a casa, el granizo descenderá sobre él, y morirá.” La lluvia o el granizo eran en Egipto una cosa inusitada, y, tormenta como la predicha, nunca antes se había visto. La noticia se extendió rápidamente, y todos los que creyeron la palabra del Señor reunieron su ganado, mientras los que menospreciaron la advertencia lo dejaron en el campo. En esa forma, en medio de un castigo se manifestó la misericordia de Dios, se probó a las personas, y se mostró cuántos habían sido llevados a temer a Dios mediante la manifestación de su poder.
    La tormenta llegó según lo predicho: truenos, granizo y fuego mezclados, “tan grande, cual nunca hubo en toda la tierra de Egipto desde que fué habitada. Y aquel granizo hirió en toda la tierra de Egipto todo lo que estaba en el campo, así hombres como bestias; asimismo hirió el granizo toda la hierba del campo, y desgajó todos los árboles del país.” La ruina y la desolación marcaron la senda del ángel destructor. Sólo se salvó la región de Gosén. Se demostró a los egipcios que la tierra está bajo el dominio del Dios viviente, que los elementos responden a su voz, y que la única seguridad consiste en obedecerle.
    Todo Egipto tembló ante el tremendo juicio divino. Faraón llamó aprisa a los dos hermanos y dijo: “He pecado esta vez. Jehová es justo, y yo y mi pueblo impíos. Orad a Jehová: y cesen los truenos de Dios y el granizo; y yo os dejaré ir, y no os detendréis más.” Moisés contestó: “En saliendo yo de la ciudad extenderé mis manos a Jehová, y los truenos cesarán, y no habrá más granizo; para que sepas que de Jehová es la tierra. Mas yo sé que ni tú ni tus siervos temeréis todavía la presencia del Dios Jehová.”
    Moisés sabía que la lucha aun no había terminado. Las confesiones de Faraón así como sus promesas no eran efecto de un cambio radical en su mente o en su corazón, sino que eran arrancadas por el terror y la angustia. No obstante, Moisés prometió responder a su súplica, pues no deseaba darle oportunidad de continuar en su terquedad. El profeta, sin hacer caso de la furia de la tempestad, salió y Faraón y toda su hueste fueron testigos del poder de Jehová para preservar a su mensajero. Habiendo salido fuera de la ciudad, Moisés “extendió sus manos a Jehová, y cesaron los truenos y el granizo; y la lluvia no cayó más sobre la tierra.” Pero tan pronto como el rey se hubo tranquilizado de sus temores, su corazón volvió a su perversidad.

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