Garcilaso de la Vega: Égloga III

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  • Опубліковано 18 жов 2024
  • Voz: Manuel López Castilleja
    Aquella voluntad honesta y pura,
    ilustre y hermosísima María,
    que en mí de celebrar tu hermosura,
    tu ingenio y tu valor estar solía,
    a despecho y pesar de la ventura
    que por otro camino me desvía,
    está y estará en mí tanto clavada,
    cuanto del cuerpo el alma acompañada.
    Y aún no se me figura que me toca
    aqueste oficio solamente en vida;
    mas con la lengua muerta y fría en la boca
    pienso mover la voz a ti debida.
    Libre mi alma de su estrecha roca
    por el Estigio lago conducida,
    celebrándose irá, y aquel sonido
    hará parar las aguas del olvido.
    Mas la fortuna, de mi mal no harta,
    me aflige, y de un trabajo en otro lleva;
    ya de la patria, ya del bien me aparta;
    ya mi paciencia en mil maneras prueba;
    y lo que siento más es que la carta
    donde mi pluma en tu alabanza mueva,
    poniendo en su lugar cuidados vanos,
    me quita y me arrebata de las manos.
    Pero por más que en mí su fuerza pruebe
    no tomará mi corazón mudable;
    nunca dirán jamás que me remueve
    fortuna de un estudio tan loable.
    Apolo y las hermanas todas nueve,
    me darán ocio y lengua con que hable
    lo menos de lo que en tu ser cupiere;
    que esto será lo más que yo pudiere.
    En tanto no te ofenda ni te harte
    tratar del campo y soledad que amaste,
    ni desdeñes aquesta inculta parte
    de mi estilo, que en algo ya estimaste.
    Entre las armas del sangriento Marte,
    do apenas hay quien su furor contraste,
    hurté de tiempo aquesta breve suma,
    tomando, ora la espada, ora la pluma.
    Aplica, pues, un rato los sentidos
    al bajo son de mi zampoña ruda,
    indigna de llegar a tus oídos,
    pues de ornamento y gracia va desnuda;
    mas a las veces son mejor oídos
    el puro ingenio y lengua casi muda,
    testigos limpios de ánimo inocente,
    que la curiosidad del elocuente.
    Por aquesta razón de ti escuchado,
    aunque me falten otras, ser merezco.
    Lo que puedo te doy, y lo que he dado,
    con recibillo tú yo me enriquezco.
    De cuatro ninfas que del Tajo amado
    salieron juntas a cantar me ofrezco:
    Filódoce, Dinámene y Climene,
    Nise, que en hermosura par no tiene.
    Cerca del Tajo en soledad amena
    de verdes sauces hay una espesura,
    toda de yedra revestida y llena,
    que por el tronco va hasta la altura,
    y así la teje arriba y encadena,
    que el sol no halla paso a la verdura;
    el agua baña el prado con sonido
    alegrando la vista y el oído.
    Con tanta mansedumbre el cristalino
    Tajo en aquella parte caminaba,
    que pudieran los ojos el camino
    determinar apenas que llevaba.
    Peinando sus cabellos de oro fino,
    una ninfa del agua do moraba
    la cabeza sacó, y el prado ameno
    vido de flores y de sombra lleno.
    Movióla el sitio umbroso, el manso viento,
    el suave olor de aquel florido suelo.
    Las aves en el fresco apartamiento
    vio descansar del trabajoso vuelo.
    Secaba entonces el terreno aliento
    el sol subido en la mitad del cielo.
    En el silencio sólo se escuchaba
    un susurro de abejas que sonaba.
    Habiendo contemplado una gran pieza
    atentamente aquel lugar sombrío,
    somorgujó de nuevo su cabeza,
    y al fondo se dejó calar del río.
    A sus hermanas a contar empieza
    del verde sitio el agradable frío,
    y que vayan las ruega y amonesta
    allí con su labor a estar la siesta.
    No perdió en esto mucho tiempo el ruego,
    que las tres de ellas su labor tomaron
    y en mirando de fuera, vieron luego
    el prado, hacia el cual enderezaron.
    El agua clara con lascivo juego
    nadando dividieron y cortaron,
    hasta que el blanco pie tocó mojado,
    saliendo de la arena el verde prado.
    Poniendo ya en lo enjuto las pisadas,
    escurrieron del agua sus cabellos,
    los cuales esparciendo, cobijadas
    las hermosas espaldas fueron de ellos.
    Luego sacando telas delicadas,
    que en delgadeza competían con ellos,
    en lo más escondido se metieron,
    y a su labor atentas se pusieron.
    Las telas eran hechas y tejidas
    del oro que el felice Tajo envía,
    apurado después de bien cernidas
    las menudas arenas do se cría:
    y de las verdes hojas reducidas
    en estambre sutil, cual convenía
    para seguir el delicado estilo
    del oro ya tirado en rico hilo.
    La delicada estambre era distinta
    de los colores que antes le habían dado
    con la fineza de la varia tinta
    que se halla en las conchas del pescado.
    Tanto artificio muestra en lo que pinta
    y teje cada Ninfa en su labrado,
    cuanto mostraron en sus tablas antes
    el celebrado Apeles y Timantes.
    Filódoce, que así de aquellas era
    llamada la mayor, con diestra mano
    tenía figurada la ribera
    de Estrimón, de una parte el verde llano.
    y de otra el monte de aspereza fiera,
    pisado tarde o nunca de pie humano,
    donde el amor movió con tanta gracia
    la dolorosa lengua del de Tracia.
    Estaba figurada la hermosa
    Eurídice, en el blanco pie mordida
    en la pequeña sierpe ponzoñosa
    entre la hierba y flores escondida;
    descolorida estaba como rosa
    que ha sido fuera de sazón cogida,
    y el ánima los ojos ya volviendo,
    de su hermosa carne despidiendo.

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