El surgimiento del liberalismo y la crisis de la República Conservadora

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  • Опубліковано 15 вер 2024
  • Durante los primeros años de hegemonía conservadora, durante los gobiernos de José Tomás Ovalle y José Joaquín Prieto, destacó la figura de Diego Portales, comerciante convertido en estadista, cuya obsesión con el gobierno fuerte y centralizado lo había llevado a imponer un régimen autoritario de gobierno. Tras su asesinato los gobernantes del período pudieron “soltar” un poco la mano del autoritarismo, y de este modo durante el gobierno de Manuel Bulnes el liberalismo político empezó a difundirse e influir sobre algunos sectores de la juventud aristocrática, los comerciantes y el artesanado. Durante este mismo período se produjo un resurgir de espíritu autonómico en las provincias, por lo que las relaciones con el gobierno establecido en Santiago se empezaron a tensionar. El conservadurismo que había sido un grupo relativamente homogéneo se empezó a resquebrajar. Los conservadores de provincias empezaron a resentir el excesivo autoritarismo y centralismo de sus correligionarios capitalinos, mientras que al interior de la misma capital los conservadores empezaron a fragmentarse por motivos religiosos, surgiendo una facción clerical, mucho más cercana a la Iglesia, y otra facción regalista, más cercana a secularismo moderado, es decir, que existían asuntos de Estado en los cuales la Iglesia no debía intervenir. La Cuestión del Sacristán fue el punto de máxima tensión religiosa al interior del conservadurismo capitalino, y aun cuando este conflicto se resolvió de manera salomónica, nadie quedó del todo contento, por lo que las diferencias religiosas entre ambos grupos explotaron, surgiendo dos partidos políticos de base conservadora, pero con distinta valoración en torno a la Iglesia y con distinta disposición a pactar con el liberalismo. Estos partidos fueron el Conservador, surgido en 1856, y el partido nacional, surgido en 1857. Estas diferencias fueron aprovechadas por los liberales, quienes buscaban abrirse camino en el escenario político chileno haciendo leña del árbol caído del conservadurismo. Los avances alcanzados a nivel de organización social durante la segunda mitad de la década de 1840 por los liberales, se fueron a piso en la semana santa de 1851 cuando trataron de tomar el poder mediante un alzamiento armado coordinado por la Sociedad de la Igualdad, el cual fue aplastado rápidamente. Todo parecía perdido para los liberales cuando a finales de junio de aquel año Manuel Montt triunfó en las elecciones presidenciales, pero la negativa del General Conservador José María de la Cruz a reconocer su derrota en las elecciones, dio a los liberales una nueva oportunidad derribar el conservadurismo más autoritario y sumarse a un eventual gobierno del General de la Cruz, quien, a pesar de ser conservador, parecía ser más abierto a las nuevas ideas. Estas aspiraciones fueron a dar a la basura cuando el 8 de diciembre del mismo año el ejército al mando del ahora ex presidente Manuel Bulnes derrotó al ejército rebelde en las cercanías del Rio Loncomilla, con la cual cualquier aspiración de los liberales y de los conservadores de provincia de evitar el ascenso el poder de Manuel Montt fue destruida. La situación se volvió a replicar a finales de la década e 1850, cuando el malestar de provincia, esta vez concentrado en la zona norte, estalló en una revolución armada cuyo epicentro fue la ciudad de Copiapó. Los liberales vieron la posibilidad de derrocar el gobierno de Manuel Montt, quien había gobernado con un autoritarismo solo visto en Diego Portales, sin embargo, la cercanía de las elecciones y las reales posibilidades de obtener la victoria gracias a la alianza establecida con el Partido Conservador, llevó a muchos liberales a cuestionar las posibilidades de la revolución, ya que podía poner en riesgo el estado de cosas tal como estaban y generar una reacción violenta y más autoritaria aún por parte de Manuel Montt. Sin embargo, el ideal revolucionario europeo, fuerte influencia de los liberales, fue más fuerte, y muchos se sumaron al intento armado de los copiapinos, liderados por Pedro León Gallo, por derribar el gobierno conservador. El ejército de mil hombres formado en Copiapó nunca tuvo muchas posibilidades frente a los siete mil hombres que salieron de Santiago a enfrentarlos, por lo que el poder de Santiago se volvió a imponer, con lo cual el liberalismo veía su segunda derrota en menos de 10 años. Sin embargo, y a pesar de la fuerte represión, en las elecciones de 1861 triunfó el candidato de la fusión liberal conservadora, Don José Joaquín Pérez, tras aceptar Antonio Varas bajar su candidatura para evitar de esta manera otro derramamiento de sangre. Este hecho puso fin a la República Conservadora-Autoritaria y dio inicio a un período de hegemonía liberal.

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