Siempre que he visitado el Valle del Silencio he sentido mucha paz interior. Y una vez dentro de la cueva de San Genadio, toda mi alma se ha encontrado repleta de un marcado ascetismo. El agua parlanchina, la canción del viento al jugar con los brazos de los castaños y álamos, la inesperada canción de algún alado, y todos los elementos que rodean a esta bendita tierra me producen un súbito estremecimiento de sublime alegría.
Siempre que he visitado el Valle del Silencio he sentido mucha paz interior. Y una vez dentro de la cueva de San Genadio, toda mi alma se ha encontrado repleta de un marcado ascetismo.
El agua parlanchina, la canción del viento al jugar con los brazos de los castaños y álamos, la inesperada canción de algún alado, y todos los elementos que rodean a esta bendita tierra me
producen un súbito estremecimiento de sublime alegría.