Rubén Darío 7 mejores poemas

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  • Опубліковано 8 гру 2022
  • Contiene:
    00:03 Lo fatal
    00:57 Que el amor no admite cuerdas reflexiones
    02:02 Canción de otoño en primavera
    05:21 Sonatina
    09:09 A Margarita Debayle
    12:37 Yo persigo una forma
    13:47 Los motivos del lobo
    Poesía, cuentos y narraciones en la voz de Tomás Galindo.

КОМЕНТАРІ • 4

  • @noraordonez4990
    @noraordonez4990 8 місяців тому

    Me encantan los poemas de Rubén Dario

  • @ErnestoR.
    @ErnestoR. Рік тому

    1. Lo fatal
    Dichoso el árbol, que es apenas sensitivo,
    y más la piedra dura porque esa ya no siente,
    pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo,
    ni mayor pesadumbre que la vida consciente.
    Ser y no saber nada, y ser sin rumbo cierto,
    y el temor de haber sido y un futuro terror...
    Y el espanto seguro de estar mañana muerto,
    y sufrir por la vida y por la sombra y por
    lo que no conocemos y apenas sospechamos,
    y la carne que tienta con sus frescos racimos,
    y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos,
    ¡y no saber adónde vamos,
    ni de dónde venimos!...
    2. Que el amor no admite cuerdas reflexiones
    Señora, Amor es violento,
    y cuando nos transfigura
    nos enciende el pensamiento
    la locura.
    No pidas paz a mis brazos
    que a los tuyos tienen presos:
    son de guerra mis abrazos
    y son de incendio mis besos;
    y sería vano intento
    el tornar mi mente obscura
    si me enciende el pensamiento
    la locura.
    Clara está la mente mía
    de llamas de amor, señora,
    como la tienda del día
    o el palacio de la aurora.
    Y el perfume de tu ungüento
    te persigue mi ventura,
    y me enciende el pensamiento
    la locura.
    Mi gozo tu paladar
    rico panal conceptúa,
    como en el santo Cantar:
    Mel et lac sub lingua tua.
    La delicia de tu aliento
    en tan fino vaso apura,
    y me enciende el pensamiento
    la locura.
    3. Canción de otoño en primavera
    Juventud, divino tesoro,
    ¡ya te vas para no volver!
    Cuando quiero llorar, no lloro...
    y a veces lloro sin querer...
    Plural ha sido la celeste
    historia de mi corazón.
    Era una dulce niña, en este
    mundo de duelo y de aflicción.
    Miraba como el alba pura;
    sonreía como una flor.
    Era su cabellera obscura
    hecha de noche y de dolor.
    Yo era tímido como un niño.
    Ella, naturalmente, fue,
    para mi amor hecho de armiño,
    Herodías y Salomé...
    Juventud, divino tesoro,
    ¡ya te vas para no volver!
    Cuando quiero llorar, no lloro...
    y a veces lloro sin querer...
    Y más consoladora y más
    halagadora y expresiva,
    la otra fue más sensitiva
    cual no pensé encontrar jamás.
    Pues a su continua ternura
    una pasión violenta unía.
    En un peplo de gasa pura
    una bacante se envolvía...
    En sus brazos tomó mi ensueño
    y lo arrulló como a un bebé...
    Y te mató, triste y pequeño,
    falto de luz, falto de fe...
    Juventud, divino tesoro,
    ¡te fuiste para no volver!
    Cuando quiero llorar, no lloro...
    y a veces lloro sin querer...
    Otra juzgó que era mi boca
    el estuche de su pasión;
    y que me roería, loca,
    con sus dientes el corazón.
    Poniendo en un amor de exceso
    la mira de su voluntad,
    mientras eran abrazo y beso
    síntesis de la eternidad;
    y de nuestra carne ligera
    imaginar siempre un Edén,
    sin pensar que la Primavera
    y la carne acaban también...
    Juventud, divino tesoro,
    ¡ya te vas para no volver!
    Cuando quiero llorar, no lloro...
    y a veces lloro sin querer.
    ¡Y las demás! En tantos climas,
    en tantas tierras siempre son,
    si no pretextos de mis rimas
    fantasmas de mi corazón.
    En vano busqué a la princesa
    que estaba triste de esperar.
    La vida es dura. Amarga y pesa.
    ¡Ya no hay princesa que cantar!
    Mas a pesar del tiempo terco,
    mi sed de amor no tiene fin;
    con el cabello gris, me acerco
    a los rosales del jardín...
    Juventud, divino tesoro,
    ¡ya te vas para no volver!
    Cuando quiero llorar, no lloro...
    y a veces lloro sin querer...
    ¡Mas es mía el Alba de oro!

    • @ErnestoR.
      @ErnestoR. Рік тому

      4. Sonatina
      La princesa está triste... ¿Qué tendrá la princesa?
      Los suspiros se escapan de su boca de fresa,
      que ha perdido la risa, que ha perdido el color.
      La princesa está pálida en su silla de oro,
      está mudo el teclado de su clave sonoro,
      y en un vaso, olvidada, se desmaya una flor.
      El jardín puebla el triunfo de los pavos reales.
      Parlanchina, la dueña dice cosas banales,
      y vestido de rojo piruetea el bufón.
      La princesa no ríe, la princesa no siente;
      la princesa persigue por el cielo de Oriente
      la libélula vaga de una vaga ilusión.
      ¿Piensa, acaso, en el príncipe de Golconda o de China,
      o en el que ha detenido su carroza argentina
      para ver de sus ojos la dulzura de luz?
      ¿O en el rey de las islas de las rosas fragantes,
      o en el que es soberano de los claros diamantes,
      o en el dueño orgulloso de las perlas de Ormuz?
      ¡Ay!, la pobre princesa de la boca de rosa
      quiere ser golondrina, quiere ser mariposa,
      tener alas ligeras, bajo el cielo volar;
      ir al sol por la escala luminosa de un rayo,
      saludar a los lirios con los versos de mayo
      o perderse en el viento sobre el trueno del mar.
      Ya no quiere el palacio, ni la rueca de plata,
      ni el halcón encantado, ni el bufón escarlata,
      ni los cisnes unánimes en el lago de azur.
      Y están tristes las flores por la flor de la corte,
      los jazmines de Oriente, los nelumbos del Norte,
      de Occidente las dalias y las rosas del Sur.
      ¡Pobrecita princesa de los ojos azules!
      Está presa en sus oros, está presa en sus tules,
      en la jaula de mármol del palacio real;
      el palacio soberbio que vigilan los guardas,
      que custodian cien negros con sus cien alabardas,
      un lebrel que no duerme y un dragón colosal.
      ¡Oh, quién fuera hipsipila que dejó la crisálida!
      (La princesa está triste. La princesa está pálida.)
      ¡Oh visión adorada de oro, rosa y marfil!
      ¡Quién volara a la tierra donde un príncipe existe,
      (La princesa está pálida. La princesa está triste.)
      más brillante que el alba, más hermoso que abril!
      «Calla, calla, princesa - dice el hada madrina -;
      en caballo, con alas, hacia acá se encamina,
      en el cinto la espada y en la mano el azor,
      el feliz caballero que te adora sin verte,
      y que llega de lejos, vencedor de la Muerte,
      a encenderte los labios con un beso de amor».
      5. A Margarita Debayle
      Margarita está linda la mar,
      y el viento,
      lleva esencia sutil de azahar;
      yo siento
      en el alma una alondra cantar;
      tu acento:
      Margarita, te voy a contar
      un cuento:
      Este era un rey que tenía
      un palacio de diamantes,
      una tienda hecha del día
      y un rebaño de elefantes,
      un kiosko de malaquita,
      un gran manto de tisú,
      y una gentil princesita,
      tan bonita,
      Margarita,
      tan bonita, como tú.
      Una tarde, la princesa
      vio una estrella aparecer;
      la princesa era traviesa
      y la quiso ir a coger.
      La quería para hacerla
      decorar un prendedor,
      con un verso y una perla
      y una pluma y una flor.
      Las princesas primorosas
      se parecen mucho a ti:
      cortan lirios, cortan rosas,
      cortan astros. Son así.
      Pues se fue la niña bella,
      bajo el cielo y sobre el mar,
      a cortar la blanca estrella
      que la hacía suspirar.
      Y siguió camino arriba,
      por la luna y más allá;
      mas lo malo es que ella iba
      sin permiso de papá.
      Cuando estuvo ya de vuelta
      de los parques del Señor,
      se miraba toda envuelta
      en un dulce resplandor.
      Y el rey dijo: «¿Qué te has hecho?
      te he buscado y no te hallé;
      y ¿qué tienes en el pecho
      que encendido se te ve?».
      La princesa no mentía.
      Y así, dijo la verdad:
      «Fui a cortar la estrella mía
      a la azul inmensidad».
      Y el rey clama: «¿No te he dicho
      que el azul no hay que tocar?.
      ¡Qué locura!, ¡Qué capricho!...
      El Señor se va a enojar».
      Y ella dice: «No hubo intento;
      yo me fui no sé porqué.
      Por las olas y el viento
      fui a la estrella y la corté».
      Y el papá dice enojado:
      «Un castigo has de tener:
      vuelve al cielo y lo robado
      vas ahora a devolver».
      La princesa se entristece
      por su dulce flor de luz,
      cuando entonces aparece
      sonriendo el Buen Jesús.
      Y así dice: «En mis campiñas
      esa rosa le ofrecí;
      son mis flores de las niñas
      que al soñar piensan en mí».
      Viste el rey ropas brillantes,
      y luego hace desfilar
      cuatrocientos elefantes
      a la orilla de la mar.
      La princesita está bella,
      pues ya tiene el prendedor
      en que lucen, con la estrella,
      verso, perla, pluma y flor.
      Margarita, está linda la mar,
      y el viento
      lleva esencia sutil de azahar:
      tu aliento.
      Ya que lejos de mí vas a estar,
      guarda, niña, un gentil pensamiento
      al que un día te quiso contar
      un cuento.
      6. Yo persigo una forma
      Yo persigo una forma que no encuentra mi estilo,
      botón de pensamiento que busca ser la rosa;
      se anuncia con un beso que en mis labios se posa
      al abrazo imposible de la Venus de Milo.
      Adornan verdes palmas el blanco peristilo;
      los astros me han predicho la visión de la Diosa;
      y en mi alma reposa la luz como reposa
      el ave de la luna sobre un lago tranquilo.
      Y no hallo sino la palabra que huye,
      la iniciación melódica que de la flauta fluye
      y la barca del sueño que en el espacio boga;
      y bajo la ventana de mi Bella-Durmiente,
      el sollozo continuo del chorro de la fuente
      y el cuello del gran cisne blanco que me interroga.

    • @ErnestoR.
      @ErnestoR. Рік тому

      7. Los motivos del lobo
      El varón que tiene corazón de lis,
      alma de querube, lengua celestial,
      el mínimo y dulce Francisco de Asís,
      está con un rudo y torvo animal,
      bestia temerosa, de sangre y de robo,
      las fauces de furia, los ojos de mal:
      el lobo de Gubbia, el terrible lobo,
      rabioso, ha asolado los alrededores;
      cruel ha deshecho todos los rebaños;
      devoró corderos, devoró pastores,
      y son incontables sus muertes y daños.
      Fuertes cazadores armados de hierros
      fueron destrozados. Los duros colmillos
      dieron cuenta de los más bravos perros,
      como de cabritos y de corderillos.
      Francisco salió:
      al lobo buscó
      en su madriguera.
      Cerca de la cueva encontró a la fiera
      enorme, que al verle se lanzó feroz
      contra él. Francisco, con su dulce voz,
      alzando la mano,
      al lobo furioso dijo: ¡Paz, hermano lobo!
      El animal contempló al varón de tosco sayal;
      dejó su aire arisco,
      cerró las abiertas fauces agresivas,
      y dijo: ¡Está bien, hermano Francisco!
      ¡Cómo! -exclamó el santo. ¿Es ley que tú vivas
      de horror y de muerte?
      ¿La sangre que vierte
      tu hocico diabólico, el duelo y espanto
      que esparces, el llanto
      de los campesinos, el grito, el dolor
      de tanta criatura de Nuestro Señor,
      no han de contener tu encono infernal?
      ¿Vienes del infierno?
      ¿Te ha infundido acaso su rencor eterno
      Luzbel o Belial?
      Y el gran lobo, humilde: ¡Es duro el invierno,
      y es horrible el hambre! En el bosque helado
      no hallé qué comer; y busqué el ganado,
      y en veces comí ganado y pastor.
      ¿La sangre? Yo vi más de un cazador
      sobre su caballo, llevando el azor
      al puño; o correr tras el jabalí,
      el oso o el ciervo; y a más de uno vi
      mancharse de sangre, herir, torturar,
      de las roncas trompas al sordo clamor,
      a los animales de Nuestro Señor.
      Y no era por hambre, que iban a cazar.
      Francisco responde: En el hombre existe
      mala levadura.
      Cuando nace viene con pecado. Es triste.
      Mas el alma simple de la bestia es pura.
      Tú vas a tener
      desde hoy qué comer.
      Dejarás en paz
      rebaños y gentes en este país.
      ¡Que Dios melifique tu ser montaraz!
      Está bien, hermano Francisco de Asís.
      Ante el Señor, que todo ata y desata,
      en fe de promesa tiéndeme la pata.
      El lobo tendió la pata al hermano
      de Asís, que a su vez le alargó la mano.
      Fueron a la aldea. La gente veía
      y lo que miraba casi no creía.
      Tras el religioso iba el lobo fiero,
      y, baja la testa, quieto le seguía
      como un can de casa, o como un cordero.
      Francisco llamó la gente a la plaza
      y allí predicó.
      Y dijo: He aquí una amable caza.
      El hermano lobo se viene conmigo;
      me juró no ser ya vuestro enemigo,
      y no repetir su ataque sangriento.
      Vosotros, en cambio, daréis su alimento
      a la pobre bestia de Dios. ¡Así sea!,
      contestó la gente toda de la aldea.
      Y luego, en señal
      de contentamiento,
      movió testa y cola el buen animal,
      y entró con Francisco de Asís al convento.
      Algún tiempo estuvo el lobo tranquilo
      en el santo asilo.
      Sus bastas orejas los salmos oían
      y los claros ojos se le humedecían.
      Aprendió mil gracias y hacía mil juegos
      cuando a la cocina iba con los legos.
      Y cuando Francisco su oración hacía,
      el lobo las pobres sandalias lamía.
      Salía a la calle,
      iba por el monte, descendía al valle,
      entraba en las casas y le daban algo
      de comer. Mirábanle como a un manso galgo.
      Un día, Francisco se ausentó. Y el lobo
      dulce, el lobo manso y bueno, el lobo probo,
      desapareció, tornó a la montaña,
      y recomenzaron su aullido y su saña.
      Otra vez sintióse el temor, la alarma,
      entre los vecinos y entre los pastores;
      colmaba el espanto los alrededores,
      de nada servían el valor y el arma,
      pues la bestia fiera
      no dio treguas a su furor jamás,
      como si tuviera
      fuegos de Moloch y de Satanás.
      Cuando volvió al pueblo el divino santo,
      todos lo buscaron con quejas y llanto,
      y con mil querellas dieron testimonio
      de lo que sufrían y perdían tanto
      por aquel infame lobo del demonio.
      Francisco de Asís se puso severo.
      Se fue a la montaña
      a buscar al falso lobo carnicero.
      Y junto a su cueva halló a la alimaña.
      En nombre del Padre del sacro universo,
      conjúrote - dijo -, ¡oh lobo perverso!,
      a que me respondas: ¿Por qué has vuelto al mal?
      Contesta. Te escucho.
      Como en sorda lucha, habló el animal,
      la boca espumosa y el ojo fatal:
      Hermano Francisco, no te acerques mucho...
      Yo estaba tranquilo allá en el convento;
      al pueblo salía,
      y si algo me daban estaba contento
      y manso comía.
      Mas empecé a ver que en todas las casas
      estaban la Envidia, la Saña, la Ira,
      y en todos los rostros ardían las brasas
      de odio, de lujuria, de infamia y mentira.
      Hermanos a hermanos hacían la guerra,
      perdían los débiles, ganaban los malos,
      hembra y macho eran como perro y perra,
      y un buen día todos me dieron de palos.
      Me vieron humilde, lamía las manos
      y los pies. Seguía tus sagradas leyes,
      todas las criaturas eran mis hermanos:
      los hermanos hombres, los hermanos bueyes,
      hermanas estrellas y hermanos gusanos.
      Y así, me apalearon y me echaron fuera.
      Y su risa fue como un agua hirviente,
      y entre mis entrañas revivió la fiera,
      y me sentí lobo malo de repente;
      mas siempre mejor que esa mala gente.
      y recomencé a luchar aquí,
      a me defender y a me alimentar.
      Como el oso hace, como el jabalí,
      que para vivir tienen que matar.
      Déjame en el monte, déjame en el risco,
      déjame existir en mi libertad,
      vete a tu convento, hermano Francisco,
      sigue tu camino y tu santidad.
      El santo de Asís no le dijo nada.
      Le miró con una profunda mirada,
      y partió con lágrimas y con desconsuelos,
      y habló al Dios eterno con su corazón.
      El viento del bosque llevó su oración,
      que era: Padre nuestro, que estás en los cielos...