Desde la primera mitad del siglo VI a.C., la filosofía había nacido como una alternativa al pensamiento mítico-religioso. En el logos, la explicación racional se distanció conscientemente del mito, la explicación religiosa de la realidad. Aquí no había conflicto, sino dos opciones intencionadamente separadas. Sin embargo, la aparición del cristianismo hizo que quienes habían aceptado por fe las enseñanzas de Jesús de Nazaret se encontraran con un conflicto. Por un lado, existía una larga tradición filosófica grecorromana que ofrecía respuestas a las preguntas fundamentales del ser humano y que fundamentaba esas respuestas en argumentos racionales. La llegada del proyecto de salvación que es el cristianismo no impidió que la transmisión filosófica continuara. Ante estas dos fuentes de conocimiento, filosofía y religión, razón y fe, surge la pregunta: ¿dónde está la verdad? Hay dos respuestas extremas que resuelven el conflicto eliminando uno de los esquemas. Los fideístas defienden que la verdad se encuentra solo en la fe y que la razón nos aleja de la misma. Este fideísmo encontraba su apoyo en los textos bíblicos. San Juan, en su evangelio, atribuye a Jesús estas palabras: “Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por mí”. El conocimiento y seguimiento de las enseñanzas de Jesús de Nazaret es el único modo de encontrar la verdad y la salvación. Así pues, cualquier otra fuente de conocimiento es innecesaria, cuando no errónea. En el otro extremo se sitúa el racionalismo, que sostiene que la verdad solo se consigue con la razón. La fe, genera creencias, nunca conocimientos. La posición de Agustín de Hipona es más matizada; asume que la razón y la fe son fuentes válidas de conocimiento. El problema es articular ambas. Como muestra este óleo de Philippe Champagne, el presupuesto central e indiscutible para el principal representante de la patrística es que Dios es la verdad y que el conocimiento parcial de esa verdad depende de la iluminación de Dios. Si no la recibe, no alcanzará la verdad parcial a la que puede acceder. Así, la fe es el mejor modo de llegar a la verdad parcial a la que nuestro entendimiento limitado puede llegar. Esto es así porque la fe es infalible, proviene de Dios y, en segundo lugar, porque si se cree, todo se entiende mejor. De todo esto se sigue que razón y fe, según Agustín de Hipona, deben colaborar. Quizás, la fórmula más conocida de esta colaboración, que resume la posición de este pensador romano, es: "Comprende para creer y cree para comprender", lo que expresa una relación circular entre ambas fuentes de conocimiento. En primer lugar, la comprensión de la realidad nos lleva a aceptar que es necesario creer. Cuanto más conozcamos y más comprendamos la realidad, más nos daremos cuenta de que necesitamos creer para explicarla; la realidad es incomprensible si no asumimos las verdades reveladas por Dios. Eso quiere decir también que la comprensión racional no ofrece razones para creer, sino que nos hace ver que la creencia en Dios es algo lógico, que hay razones para creer, y que la razón no nos aleja de la fe, sino que nos acerca a ella. La razón ayuda a preparar al ser humano para la fe. En segundo lugar, la aceptación de la fe nos permite mejorar nuestra comprensión del mundo. La realidad se entiende mejor si aceptamos las verdades que Dios nos ha revelado. La razón no nos aleja de la fe, sino que nos conduce a ella. Como dice Agustín, "la fe es un peldaño para entender", y también, "si no crees, nunca entenderás". Habrá elementos de la realidad que escaparán a tu comprensión. Por eso mismo, Agustín afirma que la comprensión es la recompensa que consigue quien acepta la fe. A modo de síntesis, la razón realiza dos funciones respecto a la fe: ofrece motivos para creer en las verdades reveladas, por lo que concluimos que la fe es racional; es una consecuencia, una necesidad lógica. En segundo lugar, la razón ayuda a comprender las verdades de fe una vez que han sido aceptadas. Por lo que, según este padre de la iglesia, la fe no es una creencia que se cierra en sí misma, sino que busca, en la medida de lo posible, ser comprendida.
Desde la primera mitad del siglo VI a.C., la filosofía había nacido como una alternativa al pensamiento mítico-religioso. En el logos, la explicación racional se distanció conscientemente del mito, la explicación religiosa de la realidad. Aquí no había conflicto, sino dos opciones intencionadamente separadas. Sin embargo, la aparición del cristianismo hizo que quienes habían aceptado por fe las enseñanzas de Jesús de Nazaret se encontraran con un conflicto. Por un lado, existía una larga tradición filosófica grecorromana que ofrecía respuestas a las preguntas fundamentales del ser humano y que fundamentaba esas respuestas en argumentos racionales.
La llegada del proyecto de salvación que es el cristianismo no impidió que la transmisión filosófica continuara. Ante estas dos fuentes de conocimiento, filosofía y religión, razón y fe, surge la pregunta: ¿dónde está la verdad? Hay dos respuestas extremas que resuelven el conflicto eliminando uno de los esquemas. Los fideístas defienden que la verdad se encuentra solo en la fe y que la razón nos aleja de la misma. Este fideísmo encontraba su apoyo en los textos bíblicos. San Juan, en su evangelio, atribuye a Jesús estas palabras: “Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por mí”. El conocimiento y seguimiento de las enseñanzas de Jesús de Nazaret es el único modo de encontrar la verdad y la salvación. Así pues, cualquier otra fuente de conocimiento es innecesaria, cuando no errónea.
En el otro extremo se sitúa el racionalismo, que sostiene que la verdad solo se consigue con la razón. La fe, genera creencias, nunca conocimientos. La posición de Agustín de Hipona es más matizada; asume que la razón y la fe son fuentes válidas de conocimiento. El problema es articular ambas. Como muestra este óleo de Philippe Champagne, el presupuesto central e indiscutible para el principal representante de la patrística es que Dios es la verdad y que el conocimiento parcial de esa verdad depende de la iluminación de Dios. Si no la recibe, no alcanzará la verdad parcial a la que puede acceder.
Así, la fe es el mejor modo de llegar a la verdad parcial a la que nuestro entendimiento limitado puede llegar. Esto es así porque la fe es infalible, proviene de Dios y, en segundo lugar, porque si se cree, todo se entiende mejor. De todo esto se sigue que razón y fe, según Agustín de Hipona, deben colaborar. Quizás, la fórmula más conocida de esta colaboración, que resume la posición de este pensador romano, es: "Comprende para creer y cree para comprender", lo que expresa una relación circular entre ambas fuentes de conocimiento.
En primer lugar, la comprensión de la realidad nos lleva a aceptar que es necesario creer. Cuanto más conozcamos y más comprendamos la realidad, más nos daremos cuenta de que necesitamos creer para explicarla; la realidad es incomprensible si no asumimos las verdades reveladas por Dios. Eso quiere decir también que la comprensión racional no ofrece razones para creer, sino que nos hace ver que la creencia en Dios es algo lógico, que hay razones para creer, y que la razón no nos aleja de la fe, sino que nos acerca a ella. La razón ayuda a preparar al ser humano para la fe.
En segundo lugar, la aceptación de la fe nos permite mejorar nuestra comprensión del mundo. La realidad se entiende mejor si aceptamos las verdades que Dios nos ha revelado. La razón no nos aleja de la fe, sino que nos conduce a ella. Como dice Agustín, "la fe es un peldaño para entender", y también, "si no crees, nunca entenderás". Habrá elementos de la realidad que escaparán a tu comprensión. Por eso mismo, Agustín afirma que la comprensión es la recompensa que consigue quien acepta la fe.
A modo de síntesis, la razón realiza dos funciones respecto a la fe: ofrece motivos para creer en las verdades reveladas, por lo que concluimos que la fe es racional; es una consecuencia, una necesidad lógica. En segundo lugar, la razón ayuda a comprender las verdades de fe una vez que han sido aceptadas. Por lo que, según este padre de la iglesia, la fe no es una creencia que se cierra en sí misma, sino que busca, en la medida de lo posible, ser comprendida.
Muchas gracias, deseo que subas más videos como estos, bien explicado
Excelente explicación, muy concisa.
Me ayudó mucho 👍🏼
buen video
muy buen vídeo y bien explicado nice
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Hola
😲😯
Hola cola
Pasen la tarea
pasen la tarea:)