Conversión de Santiago
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- Опубліковано 14 лис 2024
- Rut era una creyente. Santiago era un incrédulo. Haciendo oído sordo a todo consejo, la joven se mantuvo en su propia postura y decidió casarse con él, desafiando la enseñanza de la Palabra de Dios, de 2 Corintios 6:14. “No os pongáis bajo yugo extranjero con los infieles".
El joven esposo no tardó en mostrar sus verdaderos sentimientos hacia la joven. Terminó prohibiéndole ir a la iglesia; a lo que ella se negó. Él comenzó a golpearla desde aquel momento.
Por primera vez, ella vio la realidad. Descubrió a la persona cruel con la que había contraído matrimonio.
Para evitar el conflicto, dejó de ir a la iglesia y se llenó de amargura en su corazón.
El hombre se dio cuenta de esto y se sentía inquieto. En esta pareja, ya no habían más caricias, no más palabras dulces; sino solo insultos, blasfemias y golpes.
Una noche, una vecina se acercó para invitar a Rut a unas reuniones evangelísticas. La joven rechazó la invitación, desanimada.
- "No puedo, Luci. Santiago me dijo que me golpearía si volvía a ir a una reunión y sé que es capaz de hacerlo."
"Pero volverás antes de que llegue del trabajo. ¿No me dijiste que eras cristiana?"
-"Efectivamente, lo era… Bueno, iré".
Y fue a aquel lugar. Escuchó la Palabra de Dios y sintió aquel momento como lluvia que cae en tierra seca; como un aguacero que riega el campo. Un poco como lo evoca el Salmo 72:6.
Cuando Santiago regresó por la noche, notó que su esposa parecía más feliz que de costumbre. No quiso interrogarla, pero se prometió descubrir lo que la hacía tan feliz.
La noche siguiente, Ruth volvió a ir a la reunión.
- "Qué lindo que es sentir que tengo un Amigo celestial que no puede engañarme", le dijo a su vecina.
Ruth se retiró poco antes de que terminara el servicio, pero cuando llegó a la casa, encontró a su marido esperándola en la puerta. Se hizo a un lado para dejarla entrar e ingresó detrás de ella.
"¿De dónde vienes?", preguntó.
"De la iglesia".
"Muy bien. Te diste el gusto, ahora deberás pagar por ello".
“Escucha, Santiago…” dijo, suplicando.
No describiremos la escena de violencia que siguió. Después de haberla golpeado, el tirano le dio una patada y se fue.
Al día siguiente, por improbable que pareciera, Ruth regresó a la reunión. En el umbral de la puerta se encontró con el pastor.
"Disculpe, pastor, quisiera esta tarde orar especialmente por mi esposo Santiago".
-“Lo haremos, hermana".
Esa noche Santiago no fue al bar. Se preguntó si su esposa se atrevería a violar sus órdenes. De repente la vio entrar en la congregación. Entonces, sacó un cuchillo de su bolsillo; le quitó la funda, ingresó y se deslizó hacia el fondo de la habitación. Estaba como enceguecido. Solamente quería vengarse. De repente escuchó estas palabras: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar".
A pesar de la ira que le invadía, no podía deshacerse de estas palabras que había escuchado. Entonces vio a uno de los colaboradores, parado al fondo de la habitación, y se le acercó :
-"¿Eres tú el que promete descanso? ¿O es el otro caballero?", preguntó Santiago.
- "Señor, ¿ha venido aquí para encontrar el camino hacia la paz?"
- "No señor, vine a matar a mi esposa". Y le mostró la hoja de su cuchillo. "Pero quiero saber ahora si lo que escuché es cierto".
- "Sí señor, Jesús puede darle descanso".
Santiago escuchó el último cántico. El predicador tomó la palabra: -"Una mujer pide oración urgente por su marido, Santiago".
El hombre se estremeció. En medio de aquella reunión, se elevó una oración a Dios por su vida. La reunión había terminado. Unos cuantos amigos lo rodearon y el hombre se apresuró hacia la puerta.
- "Espere señor, queremos mostrarle el camino para alcanzar el descanso".
- "No sabes quién soy. No hay descanso para mí".
Entonces, le hablaron de Jesús, quien limpia al pecador a través de Su sacrificio en la cruz.
“No es para mí”, dijo Santiago.
"Quería matar a mi esposa. Desde niño sólo he usado el nombre de Dios para jurar o blasfemar. Él no puede perdonarme."
Pasaron las horas en una lucha sin resultado. El enemigo siguió atacando a Santiago.
Pero el Salvador estaba a punto de arrebatárselo. Poco a poco, la duda dio paso a la confianza. Santiago cayó de rodillas y exclamó convencido:
- "Sí, creo que Dios me ama. Creo que el Señor Jesús murió por mí".
Detrás de él, una mujer rompió en un llanto de alegría y comenzó a alabar a Dios. A primera hora de la mañana, todos se retiraron, y dejaron a Santiago solo con su esposa, después de haber recibido el perdón de Dios.
(...)
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