FEMINAZIS [texto de Paul B. Preciado]

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  • Опубліковано 1 лют 2025
  • FEMINAZIS suele ser el insulto que muchas veces nos lanzan por denunciar la violencia patriarcal colonial machista en la que vivimos, pero a pesar de todo nos encontramos y no nos soltamos más. Con cariño para todas y todes quienes luchan por una vida digna, aquí, en Colombia y en todas partes.
    Video-performance colaborativa basada en el texto FEMINAZIS de Paul B. Preciado; traducción de Claudia Baricco - resultado del Taller digital: "COLLAGE FEMINISTA Y POLÍTICO: estrategias interdisciplinarias para la performance", 29, 30 y 31 de Marzo 2021.
    [extracto texto]
    ¡NAZI! Nada justifica el uso del adjetivo “FEMINAZI”
    FEMINAZIS.
    Cuando hayamos violado y descuartizado la misma cantidad de hombres como ustedes lo han hecho con mujeres, o con homosexuales o transexuales, simplemente porque eran hombres, o porque sus cuerpos o prácticas no se correspondían con lo que entendemos como una buena y sumisa masculinidad heterosexual;
    cuando hayamos decidido en un Parlamento compuesto solo de mujeres, en un consejo de administración compuesto solo de mujeres, que un hombre, por el mero hecho de serlo, debe recibir menos paga que una mujer en cualquier trabajo y en cualquier circunstancia;
    cuando se les prohíba eyacular fuera de la vagina bajo pena de ser acusados de aborto y todas sus prácticas sexuales por fuera del lecho heterosexual sean consideradas grotescas o patológicas;
    cuando les tiemblen las piernas al cruzar una calle oscura y busquen con miedo las llaves en los bolsillos para entrar a su casa lo más rápido posible, cuando una figura femenina al final de un callejón los haga girar y correr, cuando las calles de todas las ciudades sean nuestras;
    cuando las escuelas sólo enseñen con libros de Gertrude Stein y Virginia Woolf y James Joyce y Gustave Flaubert se hayan convertido en escritores “masculinistas”, cuando los museos de arte dediquen una semana al año a explorar las obras desconocidas de los “artistas masculinos” y cuando cada década los historiadores publiquen una revista para hablar del rol de los “hombres invisibles de la historia”;
    cuando los psicólogos, psicoanalistas y psiquiatras, expertos en sexualidad humana sean exclusivamente lesbianas radicales y se reúnan en asambleas cerradas para determinar la diferencia entre la masculinidad normal y la patológica, cuando en lugar de comentar a Freud y Lacan interpretemos su sexualidad masculina heterosexual, sus expectativas y su placer según las teorías de Valerie Solanas y Monique Wittig;
    cuando sus madres, tías, primas, hermanas, amigas y esposas siempre tengan algo que decir sobre cómo se visten, cómo se peinan, cómo hablan, sobre lo feos o gordos, guapos o delgados que son, y cuando ellas se lo digan constantemente, en voz alta, delante de todo el mundo, y pretendan que los complacen con esta forma de control, cuando llamemos a esta forma de lenguaje “galantería femenina”;
    cuando salgamos en grupo para pagarnos un trabajador sexual precarizado al que encontraremos semidesnudo al borde de la carretera en la periferia de la ciudad, un joven que por lo común será un migrante y al que no le reconoceremos su derecho a trabajar, que será considerado como un delincuente y al que una fuerza policíaca compuesta casi en su totalidad por mujeres tendrá el derecho de violar y acosar, entonces sí, en ese momento, cuando le paguemos a un trabajador sexual cinco euros por una pequeña chupada de clítoris en un coche,
    entonces podrán llamarnos FEMINAZIS.
    Y aunque un día los sometamos, exoticemos, los violemos y matemos, aunque realicemos una tarea histórica de exterminio, expropiación y sometimiento comparable a la de ustedes, entonces simplemente seremos como ustedes. Entonces, sí, en ese momento, podremos compartir el adjetivo “NAZI” con ustedes. Pero para estar a la altura de sus técnicas políticas patriarcales necesitaríamos un monumental trabajo colectivo, y poner en marcha un odio organizado y una industria de la venganza que, sinceramente, no imagino ni deseo. Por el momento, y lo digo con la objetividad con la que un científico observaría la diferencia entre la cantidad de granos de arena en el desierto del Sahara y el grano de arena que entró en un ojo, nos queda un margen. Mucho, mucho margen.

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