El matricida. (poesía) Autor: Efraín Alatriste Nava

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  • Опубліковано 11 жов 2024
  • El Matricida
    Autor: Efraín Alatriste Nava
    Sobre el banquillo gris, del acusado,
    se encuentra un hombre de mirar perdido
    y de ver su semblante entristecido
    el corazón se siente apesarado.
    Hundida entre las manos la cabeza
    y sumido en el mar de sus sollozos
    ante la ley brutal y los curiosos
    que mofándose están de su tristeza.
    Grave y sereno el juez; fruncido el ceño
    impasible se encuentra en el estrado
    sin embargo en la faz del magistrado,
    se adivina un pesar jamás domeño.
    Toca el turno al fiscal que con voz de trueno
    ante la turba hostil de odio cegada
    lanza su acusación de hiel cargada
    cual lanza la serpiente su veneno.
    ¡Ahí lo tienen señores: es la bestia!
    el hombre sin entrañas el ladino
    el ser más despreciable ¡el asesino!
    que priva de la vida sin molestia.
    ¡Es un chacal! malvado y truculento,
    un ente sin piedad ¡un matricida!
    quien con sus garras arrancó la vida
    de la mujer que le brindo el sustento.
    De la mujer que lo veló de niño,
    de la mujer que lo forjó en su sangre,
    de esa mujer que como toda madre
    le arrulló alguna vez en su corpiño.
    Y cómo le pagó ¡qué cruel delito!
    que injusticia sin par… que cobardía
    arrancarle la vida en forma impía
    señores este ser ¡es un maldito!
    Es un chacal y al condenarlo en suerte
    que se cumpla la ley en su persona
    y si Dios su pecado le perdona
    ¡Que la justicia le condene a muerte!
    Calló el fiscal; la turba enardecida
    con rugido feroz gritó al momento
    ¡Muera, muera; pero antes al tormento!
    ¡Que muera el indeseable matricida!
    Habló por fin el juez desde su estrado
    imponiendo silencio al ruido hecho
    y dice: todo ser tiene derecho
    que hable sobre el asunto el acusado.
    Anegados los ojos por el llanto
    la faz agachada… hirsuta la cabeza
    jamás he visto tan fatal tristeza,
    jamás he visto sufrimiento tanto.
    Si ¡Yo soy el asesino, la he matado!
    y lo juro ante Dios… ¡no me arrepiento!
    si por ello me aplican cruel tormento
    por su dicha lo doy por bien empleado.
    Más mienten los que dicen que con saña
    a mi madre maté, ¡miente la plebe!
    yo la maté sin el dolor más leve
    la maté con amor, y así no daña.
    La maté con ternura, suavemente
    se extinguió su existencia tormentosa
    cual leve palpitar de mariposa
    y abandonó la vida… dulcemente.
    Dulcemente murió, ¡cuánto la quise!
    Difícil es medir lo que es cariño
    maté a quien me arrulló cuando era niño
    sin embargo es amor; porque lo hice.
    Cuántos de los hipócritas humanos
    a quien yo supliqué pidiendo ayuda
    hoy me escarnecen con terrible duda
    ¡y todavía pretenden ser cristianos!
    Cómo sufrió mi madre ¡pobrecita!
    con atroces dolores en el pecho
    implorándole a Dios desde su lecho
    ¡sufriendo aquella enfermedad maldita!
    ¡Jamás he de olvidar aquella noche!
    en que gritando de dolor me dijo
    ¡Mátame por piedad, mátame hijo!
    y no esperes de mi alma ni un reproche.
    Yo bendigo tu mano hijo de mi alma,
    ¡Mátame ya!… y dame sepultura
    yo bien sé que mi mal no tiene cura,
    ¡Mátame por piedad!… dame la calma.
    Y ese grito salvaje y lastimero,
    que anhelaba la muerte suplicante
    taladraba mi alma a cada instante
    ¡Mátame hijo! ¿Dios mío por qué no muero?
    Y se ofuscó la luz de mi conciencia,
    y dejé de ser hijo… ¡fui verdugo!
    y le arranqué del sufrimiento el yugo
    yo le quité señores ¡la existencia!
    Lo demás ya lo saben; qué tortura,
    ¡ya no soporto del dolor el peso!
    y aquí me encuentro ante ustedes preso
    y es mi única pasión la sepultura.
    Mas no es la ley quien deberá juzgarme,
    aunque sí soy culpable de eutanasia
    no se van a reír de mi desgracia
    ¡No lo harán! porque yo ¡voy a matarme!
    Una daga sacó de la cintura
    que en el pecho se clavó con violencia
    al cielo suplicó ¡Señor… clemencia!
    y se borró en su rostro la amargura.
    Y así termina la existencia agita
    de un hombre que de amor fue ¡matricida!
    y deja en los anales de la vida
    ¡una historia de amor con sangre escrita!
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    Twitter: @bnjamin_argumed

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