El Ascenso del Amor

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  • Опубліковано 4 січ 2025

КОМЕНТАРІ • 10

  • @Morenadefueg0
    @Morenadefueg0 17 днів тому

    Meee encanto❤💃🔥

    • @RomaVictrix
      @RomaVictrix  17 днів тому

      Gracias, jaja algo inspiraste. Es del banquete de platon, si no lo leiste, creo te gustara.

  • @ricardopensador740
    @ricardopensador740 20 днів тому +1

    Rock'n Roma ☮️✌️😂

    • @RomaVictrix
      @RomaVictrix  20 днів тому +1

      Gracias Ricardo, es del Banquete de Platon.

  • @Орбита-ч3ъ
    @Орбита-ч3ъ 21 день тому

    • @RomaVictrix
      @RomaVictrix  21 день тому

      Рим благодарит вас

  • @RomaVictrix
    @RomaVictrix  21 день тому +1

    Todo lo que sé sobre el amor, se lo debo á ella. Voy á referiros
    lo mejor que pueda, y conforme á los principios en que
    hemos convenido Agaton y yo, la conversación que con
    ella tuve; y para ser fiel á tu método, Agaton, explicaré
    primero lo que es el amor, y en seguida cuáles son sus
    efectos. Me parece más fácil referiros fielmente la conversación que tuve con la extranjera. Habia yo dicho á Diotima casi las mismas cosas que acaba de decirnos Agaton:
    que el Amor era un gran dios, y amor de lo bello; y ella
    se servia de las mismas razones que acabo de emplear
    yo contra Agaton, para probarme que el Amor no es ni
    bello ni bueno. Yo la repliqué: ¿qué piensas tú, Diotima,
    entonces? ¡ Qué! ¿será posible que el Amor sea feo y malo?
    -Habla mejor, me respondió: ¿crees que todo lo que
    no es bello, es necesariamente feo?
    -Mucho que lo creo.
    -¿Y crees que no se puede carecer de la ciencia sin ser
    absolutamente ignorante? ¿No has observado que hay un
    término medio entre la ciencia y la ignorancia?
    -¿Cuál es?
    -Tener una opinión verdadera sin poder dar razón de
    ella; ¿no sabes que esto, ni es ser sabio, puesto que la
    ciencia debe fundarse en razones; ni es ser ignorante,
    puesto que lo que participa de la verdad no puede llamarse
    ignorancia? La verdadera opinión ocupa un lugar intermedio entre la ciencia y la ignorancia.
    Confesé á Diotima, que decia verdad.
    -No afirmes, pues, replicó ella, que todo lo que no es
    bello es necesariamente feo, y que todo lo que no es bueno
    es necesariamente malo. Y por haber reconocido que el
    Amor no es ni bueno ni bello, no vayas á creer que necesariamente es feo y malo, sino que ocupa un término medio entre estas cosas contrarias.
    -Sin embargo, repliqué yo, todo el mundo está acorde
    en decir que el Amor es un gran dios.
    -¿Qué entiendes tú, Sócrates, por todo el mundo? ¿Son
    los sabios ó los ignorantes?
    -^Entiendo todo el mundo sin excepción.
    -¿Cómo, replicó ella sonriéndose, podría pasar por un
    gran dios para todos aquellos que ni aun por dios le reconocen?
    -¿Cuáles, la dije, pueden ser esos?
    -Tú y yo, respondió ella.
    -¿Cómo puedes probármelo?
    -No es difícil. Respóndeme. ¿No dices que todos los
    dioses son bellos y dichosos?¿O te atreverlas á sostener que
    hay uno que no sea ni dichoso ni bello?
    -iNo, por Júpiter!
    -¿No llamas dichosos á aquellos que. poseen cosas bellas y buenas?
    -Seguramente.
    -Pero estás conforme en que el Amor desea las cosas
    bellas y buenas, y que el deseo «s una señal de privación.
    - En efecto, estoy conforme en eso.
    -¿Cómo entonces, repuso Diotima, es posible que el
    Amor sea un dios, estando privado de lo que es bello y
    bueno?
    -Eso, alo que parece, no puede ser en manera alguna.
    -¿No ves, por consiguiente, que también tú piensas
    que el Amor no es un dios?
    -¡Pero quél la respondí, ¿es que el Amor es mortal?
    - De ninguna manera.
    -Pero, en fin, Diotima, díme que es
    -Es, como dije antes, una cosa intermedia entre lo
    mortal y lo inmortal.
    -¿Pero qué es por último?
    -Un g-ran demonio, Sócrates; porque todo demonio
    ocupa un lugar intermedio entre los dioses y los hombres.
    -¿Cuál es, la dije, la función propia de un demonio?
    -La de ser intérprete y medianero entre los dioses y
    los hombres; llevar al cielo las súplicas y los sacrificios
    de estos últimos, y comunicar á los hombres las órdenes de los dioses y la remuneración de los sacrificios que
    les han ofrecido. Los demonios llenan el intervalo que
    separa el cielo de la tierra; son el lazo que une al gran
    todo. De ellos procede toda la esencia adivinatoria y el
    arte de los sacerdotes con relación á los sacrificios, á los
    misterios, á los encantamientos, á las profecías y á la
    magia. La naturaleza divina como no entra nunca en
    comunicación directa con el hombre, se vale de los demonios para relacionarse y conversar con los hombres,
    ya durante la vigilia, ya durante el sueño. El que es sabio en todas estas cosas es demoniaco (1); y el que es
    hábil en todo lo demás, en las artes y oficios, es un simple operario. Los demonios son muchos y de muchas clases, y el Amor es uno de ellos.
    -¿A qué padres debe su nacimiento? pregunté á Diotima.
    - Voy á decírtelo, respondió ella, aunque la historia
    es larga.
    Cuando el nacimiento de Venus, hubo entre los dioses
    un gran festín, en el que se encontraba, entre otros, Poros (2) hijo de Metis (3). Después de la comida, Penia (4) se puso á la puerta, para mendigar algunos des-
    perdidos. En este momento, Poros, embriagado con e
    néctar (porque aún no se hacia uso del vino), salió de la
    sala, y entró en el jardin de Júpiter, donde el sueño no
    tardó en cerrar sus cargados ojos. Entonces, Penia, estrechada por su estado de penuria, se propuso tener un hijo
    de Poros. Fué á acostarse con él, y se hizo madre del
    Amor. Por esta razón el Amor se hizo el compañero y
    servidor de Venus, porque fué concebido el mismo dia en
    que ella nació; además de que el Amor ama naturalmente la belleza y Venus es bella. Y ahora, como hijo
    de Poros y de Penia, hé aqui cuál fué su herencia. Por
    una parte es siempre pobre, y lejos de ser bello y delicado, como se cree generalmente, es flaco, desaseado, sin
    calzado, sin domicilio, sin más .lecho que la tierra, sin
    tener con qué cubrirse, durmiendo al a luna, junto á
    las puertas ó en las calles; en fin, lo mismo que su madre , está siempre peleando con la miseria. Pero, por
    otra parte, según el natural de su padre, siempre está á
    la pista de lo que es bello y bueno, es varonil, atrevido,
    perseverante, cazador hábil; ansioso de saber, siempre
    maquinando algún artificio, aprendiendo con facilidad,
    filosofando sin cesar; encantador, mágico, sofista. Por
    naturaleza no es ni mortal ni inmortal, pero en un mismo
    dia aparece floreciente y lleno de vida, mientras está en
    la abundancia, y después se extingue para volver á revivir, á causa de la naturaleza paterna. Todo lo que adquiere lo disipa sin cesar, de suerte q ue nunca es rico ni
    pobre. Ocupa un término medio entre la sabiduría y la
    ignorancia, porque ningún dios filosofa, ni desea hacerse
    sabio, puesto que la sabiduría es aneja á la naturaleza
    divina, y en general el que es sabio no filosofa. Lo mismo
    sucede con los ignorantes; ninguno de ellos filosofa, ni
    desea hacerse sabio, porque la ignorancia produce precisamente el pésimo efecto de persuadir á los que no son
    bellos, ni buenos, ni sabios, de que poseen estas cualidades; porque ninguno desea las cosas de que se cree provisto.
    -Pero, Diotima, ¿quiénes son los que filosofan, si no
    son ni los sabios, ni los ignorantes ?
    -Hasta los niños saben, dijo ella, que son los que ocupan un término medio entre los ignorantes y los sabios, y
    el Amor es de este número. La sabiduría es una de las

    • @RomaVictrix
      @RomaVictrix  21 день тому

      La sabiduría es una de las
      cosas más bellas del mundo, y como el Amor ama lo que
      es bello, es preciso concluir que el Amor es amante de la
      sabiduría, es decir, filósofo; y como tal se halla en un
      medio entre el sabio y el ignprante. A su nacimiento lo
      debe, porque es hijo de un padre sabio y rico, y de una madre que no es ni rica ni sabia. Tal es, mi querido Sócrates, la naturaleza de este demonio. En cuanto á la idea
      que tú te formabas, no es extraño que te haya ocurrido,
      porque creías, por lo que pude conjeturar en vista de tus
      palabras, que el Amor es lo que es amado y no lo que
      ama. Hé aquí, á mi parecer, por qué el Amor te parecía
      muy bello, porque lo amable es la belleza real, la gracia,
      la perfección y el soberano bien. Pero lo que ama es de
      otra naturaleza distinta como acabo de explicar.
      - Y bien, sea así, extranjera; razonas muy bien, pero
      el Amor, siendo como tú acabas de decir, ¿de qué utilidad
      es para los hombres?
      -Precisamente eso es, Sócrates, lo que ahora quiero
      enseñarte. Conocemos la naturaleza y el origen del Amor;
      es como tú dices el amor á lo bello. Pero si alguno nos
      preguntase: ¿qué es el amor á lo bello, Sócrates y Diotima, ó hablando con mayor claridad, el que ama lo bello á
      qué aspira?
      -A poseerlo, respondí yo.
      - Esta respuesta reclama una nueva pregunta, dijo
      Diotima; ¿qué le resultará de poseer lo bello?
      -Respondí, qué no me era posible contestar inmediatamente á esta pregunta.
      -Pero, replicó ella, si se cambiase el término, y poniendo lo bueno en lugar de lo bello te preguntase: Sócrates, el que ama lo bueno, ¿á qué aspira?
      -A poseerlo.
      -¿Y qué le resultarla de poseerlo?
      -Encuentro ahora más fácil la respuesta; se hará
      dichoso.
      -Porque creyendo las cosas buenas, es como los seres
      dichosos son dichosos, y no hay necesidad de preguntar
      porqué el que quiere ser dichoso quiere serlo; tu respuesta
      me parece satisfacer á todo.
      - Es cierto, Diotima.
      -Pero piensas que este amor y esta voluntad sean comunes á todos los hombres, y que todos quieran siempre
      tener lo que es bueno; ¿ó eres tú de otra opinión?
      -No, creo que todos tienen este amor y esta voluntad.
      -¿Por qué entonces, Sócrates, no decimos que todos
      los hombres aman, puesto que aman todos y siempre la
      misma cosa? ¿por qué lo decimos de los unos y nó de los
      otros?
      - Es esa una cosa que me sorprende también.
      - Pues no te sorprendas; distinguimos una especie
      particular de amor, y le llamamos amor, usando del
      nombre que corresponde á todo el género; mientras que
      paralas demás especies, empleamos términos diferentes.
      -Te suplico que pongas un ejemplo.
      - Hé aquí uno. Ya sabes que la palabra poesía (1)
      tiene numerosas acepciones, y expresa en general la
      causa que hace que una cosa, sea la que quiera, pase del
      no-ser al ser, de suerte que todas las obras de todas las
      artes son poesía, y que todos los artistas y- todos los
      obreros son poetas.

    • @RomaVictrix
      @RomaVictrix  21 день тому +1

      -Lo mismo sucede con el amor; en general es el deseo
      de lo que es bueno y nos hace dichosos, y este es el grande
      y seductor amor que es innato en todos los corazones.
      Pero todos aquellos, que en diversas direcciones tienden á
      este objeto, hombres de negocios, atletas, filósofos, no se
      dice que aman ni se los llama amantes; sino que sólo
      aquellos, que se entregan á cierta especie de amor, reciben el nombre dé todo el género, y á ellos solos se les
      aplican las palabras, amar, amor, amantes.
      -Me parece que tienes razón, la dije.
      - Se ha dicho, replicó ella, qye buscar la mitad de sí
      mismo es amar. Pero yo sostengo, que amar no es buscar
      ni la mitad ni el todo de sí mismo, cuando ni esta mitad
      ni este todo son buenos; y la prueba, amigo mió, es que
      consentimos en dejarnos cortar el brazo ó la pierna, aunque nos pertenecen, si creemos que estos miembros están
      atacados de un mal incurable. En efecto; no es lo nuestro
      lo que nosotros amamos, á menos que no miremos como
      nuestro y perteneciéndonos en propiedad lo que es bueno,
      y como extraño lo que es malo, porque los hombres sólo
      aman lo que es bueno. ¿No es esta tu opinión?
      - ¡Por Júpiter! pienso como tú.
      -¿Basta decir que los hombres aman lo bueno?
      -Sí .
      -¡Pero qué! ¿No es preciso añadir, que aspiran también
      á poseer lo bueno?
      -Es preciso.
      - ¿Y no sólo á poseerlo, sino también á poseerlo
      siempre?
      -Es cierto también.
      -En suma, el amor consiste en querer poseer siempre
      lo bueno.
      -Nada más exacto, respondí yo.
      -Si tal es el amor en general; ¿en qué caso particular
      la indagación y la prosecución activa de lo bueno toman
      el nombre de amor? ¿Cuál es? ¿Puedes decírmelo?
      -No, Diotima, porque si pudiera decirlo, no admiraría
      tu sabiduría ni vendría cerca de tí para aprender estas
      verdades.
      -Voy á decírtelo: es la producción de la belleza, ya
      mediante el cuerpo, ya mediante el alma.
      -Vaya un enigma, que reclama un adivino para descifrarle ; yo no le comprendo.
      -Voy á hablar con más claridad. Todos los hombres,
      Sócrates, son capaces de engendrar mediante el cuerpo y
      mediante el alma, y cuando han llegado á cierta edad, su
      naturaleza exige el producir. En la fealdad üD puede producir, y sí sólo en la belleza; la unión del hombre y de la
      mujer es una producción, y esta producción es una obra
      divina, fecundación y generación, á que el ser mortal
      debe su inmortalidad. Pero estos efectos no pueden realizarse en lo que es discordante. Porque la fealdad no
      puede concordar con nada de lo que es divino; esto sólo
      puede hacerlo la belleza. La belleza, respecto á la generación, es semejante al Destino (1) y á Lucina (2). Por
      esta razón, cuando el ser fecundante se aproxima á lo
      bello, lleno de amor y de alegría, se dilata, engendra,
      produce. Por el contrario, si se aproxima á lo feo, triste y
      remiso, se estrecha, se tuerce, se contrae, y no engendra,
      sino que comunica con dolor su germen fecundo. De aquí,
      en el ser fecundante y lleno de vigor para producir, esa
      ardiente prosecución de la belleza que debe libertarle de
      los dolores del alumbramiento. Porque la belleza, Sócrates, no es, como tú te imaginas, el objeto del amor.
      -¿Pues cuál es el objeto del amor?
      -Es la generación y la producción de la belleza.
      -Sea asi, respondí yo.
      -No hay que dudar de ello, replicó.
      - Pero, ¿por qué el objeto del amor es la generación?
      -Porque es la generación la que perpetúa la familia
      de los seres animados, y le da la inmortalidad, que
      consiente la naturaleza mortal. Pues conforme á lo que
      ya hemos convenido, es necesario unir al deseo de lo
      bueno el deseo de la inmortalidad, puesto que el amor
      consiste en aspirar á que lo bueno nos pertenezca siempre. De aquí se sigue que la inmortalidad es igualmente
      el objeto del amor.
      -Tales fueron las lecciones que me dio Diotima en
      nuestras conversaciones sobre el Amor. Me dijo un dia:
      ¿cuál es, en tu opinión, Sócrates, la causa de este deseo y
      de este amor? ¿No has observado en qué estado excepcional se encuentran todos los animales volátiles y terrestres
      cuando sienten el deseo de engendrar ? ¿ No les ves como
      enfermizos, efecto de la agitación amorosa que les persigue durante el emparejamiento, y después, cuando se
      trata del sosten de la prole, no ves cómo los más débiles
      se preparan para combatir á los más fuertes, hasta perder
      la vida, y cómo se imponen el hambre y toda clase de
      privaciones para hacerla vivir? Respecto á los hombres,
      puede creerse que es por razón el obrar así; pero los animales, ¿de dónde les vienen estas disposiciones amorosas?
      ¿Podrías decirlo?
      -La respondí que lo ignoraba.

    • @RomaVictrix
      @RomaVictrix  21 день тому +1

      -¿Y esperas, replicó ella, hacerte nunca sabio en amor
      si ignoras una cosa como ésta?
      -Pero repito, Diotima, que esta es la causa de venir
      yo en tu busca; porque sé que tengo necesidad de tus
      lecciones. Explícame eso mismo sobre que me pides explicación, y todo lo demás que se refiere al amor.
      -Pues bien, dijo, si crees que el objeto natural del
      amor es aquel en que hemos convenido muchas veces, mi
      pregunta nO debe turbarte; porque, ahora como antes, es
      la naturaleza mortal la que aspira á perpetuarse y á hacerse inmortal, en cuanto es posible; y su único medio
      es el nacimiento que sustituye un individuo viejo con un
      individuo joven. En efecto, bien que se diga de un individuo, desde su nacimiento hasta su muerte, que vive y
      que es siempre el mismo, sin embargo, en realidad no
      está nunca ni en el mismo estado ni en el mismo desenvolvimiento , sino que todo muere y renace sin cesar en
      él, sus cabellos, su carne, sus huesos, su sangre, en una
      palabra, todo su cuerpo; y no sólo su cuerpo, sino también su alma, sus hábitos, sus costumbres, sus opiniones, sus deseos, sus placeres, sus penas, sus temores;
      todas sus afecciones no subsisten siempre las mismas, sino
      que nacen y mueren continuamente. Pero lo más sorprendente es que no solamente nuestros conocimientos nacen
      y mueren en nosotros de la misma manera (porque eii
      este concepto también mudamos sin cesar), sino que cada
      uno de ellos en particular pasa por las mismas vicisitudes. En efecto, lo que se llama reflexionar se refiere aun
      conocimiento que se borra, porque el olvido es la extinción de un conocimiento; porque la reflexión, formando
      un nuevo recuerdo en lugar del que se marcha, conserva
      en nosotros este conocimiento, si bien creemos que es el
      mismo. Así se conservan todos los seres mortales; no subsisten absolutamente y siempre los mismos, como sucede
      á lo que es divino, sino que el que marcha y el que envejece deja en su lugar un individuo joven, ^semejante á lo
      que él mismo ha.bia sido. Hé aquí, Sócrates, cómo todo lo
      que es moi'tal participa de la inmortalidad, y lo mismo el
      cuerpo que todo lo demás. En cuanto al ser inmortal sucede lo mismo por una razón diferente. No te sorprendas
      si todos los seres animados estiman tanto sus renuevos,
      porque la solicitud y el amor que les anima no tiene otro
      origen que esta sed de inmortalidad.
      -Después que me habló de esta manera, la dije lleno
      de admiración: muy bien, muy sabia Dio tima, pero ¿pasan las cosas así realmente?
      -Ella, con un tono de consumado sofista, me dijo : no
      lo dudes, Sócrates, y si quieres reflexionar ahora sobre la
      ambición de los hombres, te parecerá su conducta poco
      conforme con estos principios, si no te fijas en que los
      hombres están poseídos del deseo de crearse un nombre
      y de adquirir una gloria inmortal en la posteridad; y que
      este deseo, más que el amor paterno, es el que les hace
      despreciar todos los peligros, comprometer su fortuna,
      resistir todas las fatigas y sacrificar su misma vida.
      ¿Piensas, en efecto, que Alceste hubiera sufrido la muerte
      en lugar de Admete, que Aquiles la hubiera buscado
      por vengar á Patroclo, y que vuestro Codro se hubiera
      sacrificado por asegurar el reinado de sus hijos, si todos
      ellos no hubiesen esperado dejar tras sí este inmortal recuerdo de su virtud, que vive aún entre nosotros? De ninguna manera, prosiguió Diotima. Pero por esta inmortalidad de la virtud, por esta noble gloria, no hay nadie que
      no se lance, yo creo, á conseguirla, con tanto más ardor
      cuanto más virtuoso sea el que la prosiga, porque todos
      tienen amor á lo que es inmortal. Los que-son fecundos
      con relación al cuerpo aman las mujeres, y se inclinan con
      preferencia á ellas, creyendo asegurar, mediante la procreación de los hijos, la inmortalidad, la perpetuidad de
      su nombre y la felicidad que se imaginan en el curso de
      los tiempos. Pero los que son fecundos con relación al espíritu... Aquí Diotima, interrumpiéndose, añadió: porque
      los hay que son más fecundos de espíritu que de cuerpo
      para las cosas que al espíritu toca producir. ¿Y qué es lo
      que toca al espíritu producir? La sabiduría y las demás
      virtudes que han nacido de los poetas y de todos los artistas dotados del genio de invención. Pero la sabiduría
      más alta y más bella es la que preside al gobierno de los
      Estados y de las familias humanas, y que se llama prudencia y justicia. Cuando un mortal divino lleva en su
      alma desde la infancia el germen de estas virtudes, y
      llegado á la madurez de la edad desea producir y engendrar, va de un -lado para otro buscando la belleza, en la
      que podrá engendrar, porque nunca podría conseguirlo
      en la fealdad. En su ardor, de producir, se une á los cuerpos bellos con preferencia á los feos, y si en un cuerpo
      bello encuentra un alma bella, generosa y bien nacida,
      esta reunión le complace soberanamente. Cerca de un ser
      semejante pronuncia numerosos y elocuentes discursos
      sobre la virtud, sobre los deberes y las ocupaciones del
      hombre de bien, y se consagra á instruirle, porque el contacto y el comercio de la belleza le hacen engendrar y
      producir aquello, cuyo germen se encuentra/ya en él.
      Ausente ó presente piensa siempre en el objeto que ama,
      y ambos alimentan en común á los frutos de su unión. De
      e.sta manera el lazo y la afección que ligan el uno al atro
      son mucho más íntimos y mucho más fuertes que los de la
      familia, porque estos hijos de su inteligencia son más bellos y más inmortales, y no hay nadie que no prefiera tales
      hijos á cualquiera otra posteridad, si considera y admira
      las producciones que Homero, Hesiodo y los demás poetas
      han dejado ; si tiene en cuenta la nombradía y la memoria imperecedera, que estos inmortales hijos han proporcionado á sus padres; ó bien si recuerda los hijos que Licurgo ha dejado tras sí en Lacedemonia y que han sido la
      gloria de esta ciudad, y me atrevo á decir que de la Grecia entera. Solón, lo mismo, es honrado por vosotros como
      padre de las leyes, y otros muchos hombres grandes
      lo son también en diversos países, ya en Grecia, ya entre
      los bárbaros, porque han producido una infinidad de obras
      admirables y creado toda clase de virtudes. Estos hijos les han valido templos, mientras que los hijos de los
      hombres, que salen del seno de una mujer, jamás han
      hecho engrandecer á nadie.
      Quizá, Sócrates, he llegado á iniciarte hasta en los misterios del amor; pero en cuanto al último grado de la iniciación y á las revelaciones más secretas, para las que
      todo lo que acabo de decir no es más que una preparación,
      no sé si, ni aún bien dirigido, podría tu espíritu elevarse
      hasta ellas. Yo, sin embargo, continuaré sin que se entibie mi celo. Trata de seguirme lo mejor que puedas.
      El que quiere aspirar á este objeto por el verdadero camino , debe desde su juventud comenzar á buscar los cuerpos bellos. Debe además, si está bien dirigido, amar uno
      sólo, y en él engendrar y producir bellos discursos. En
      seguida debe llegar á comprender que la belleza, que se
      ,encuentra en un cuerpo cualquiera, es hermana de la belleza que se encuentra en todos los demás. En efecto, si
      es preciso buscar la belleza en general, seria una gran locura no creer que la belleza, que reside en todos los cuerpos, es una é idéntica. Una vez penetrado de este pensamiento , nuestro hombre debe mostrarse amante de todos
      los cuerpos bellos, y despojarse, como de una despreciable
      pequenez, de toda pasión que se reconcentre sobre uno
      sólo. Después debe considerar la belleza del alma como
      más preciosa que la del cuerpo ; de suerte, que una alma
      bella, aunque esté en un cuerpo desprovisto de perfecciones , baste para atraer su amor y sus cuidados, y para ingerir en ella los discursos más propios para hacer mejor
      la juventud. Siguiendo asi, se verá necesariamente con
      ducido á contemplar la belleza que se encuentra en las
      acciones de los hombres y en las leyes, á ver que esta belleza por todas partes es idéntica á si misma, y hacer por
      consiguiente poco caso de la belleza corporal. De las acciones de los hombres deberá pasar á las ciencias para
      contemplar en ellas la belleza; y entonces, teniendo una
      idea más amplia de lo bello, nb se verá encadenado como
      un esclavo en el estrecho amor de la belleza de un joven,
      de un hombre ó de una sola acción, sino que lanzado CQ
      el océano de la belleza, y extendiendo sus mir adas sobre
      este espectáculo, producirá con inagotable fecundidad los
      discursos y pensamientos más grandes de la filosofía,
      hasta que, asegurado y engrandecido su espíritu por esta
      sublime contemplación, sólo perciba una ciencia, la de lo
      bello.
      Préstame ahora, Sócrates, toda la atención de que eres
      capaz. El que en los misterios del amor se haya elevado
      hasta el punto en que estamos, después de haber recorrido en orden conveniente todos los grados de lo bello y
      llegado, por último, al término de la iniciación, percibirá
      como un relámpago una belleza maravillosa, aquella joh
      Sócratesl que era objeto de todos sus trabajos anteriores;
      belleza eterna, increada é imperecible, exenta de aumento
      y de diminución; belleza que no es bella en tal parte y fea
      en cual otra, bella sólo en tai tiempo y no en tal otro,
      bella bajo una relación y fea bajo otra, bella en tal lugar
      y fea en cual otro, bella para éstos y fea para aquellos;
      belleza que no tiene nada de sensible como el semblante ó
      las manos, ni nada de corporal; que tampoco es este discurso ó esta ciencia; que no reside en ningún ser diferente
      de ella misma, en un animal, por ejemplo, ó en la tierra,
      ó en el cielo, ó en otra cosa, sino que existe ete rna y absolutamente por si misma y en sí misma; de ella participan todas las demás bellezas , sin que el nacimiento ni la
      destrucción de éstas causen ni la menor diminución ni el