Martha, muchísimas gracias. Haré un video sobre eso. El problema es sencillo de sortear con algunas estrategias. Y es una habilidad bellísima de desarrollar. Cariños, H.
Hola, buen día escritor. Me parece muy interesante la propuesta que haces. Que debo hacer si estoy interesado en la beca? Tengo 64 años y quiero, porque apenas puedo, empezar a escribir. Gracias de antemano. Un gran abrazo!
Marco, colega. No entiendo el contexto. ¿Quieres explicarte? Me interesan los escritores que defienden la gramática. Generalmente esa es labor de críticos. Siempre es un honor recibir comentarios inteligentes. Esos nos hacen artistas. H.
@@DiariosdeHyle Estimado, la construcción "entre más + adjetivo/sustantivo" está considerada un uso incorrecto, muy común en el ámbito mesoamericano pero ajeno al resto del orde hispánico, en el que lo normativo es "cuanto más". "Entre" es una presposición, no puede introduir términos de comparación, mientras que "cuanto" sí, al ser un determinante indefinido. Las preposiciones son términos de sintagmas preposicionales o nexos de proposiciones subordinadas, pero nunca cuantificadores en comparaciones.
Camarada Marco, Qué maravilla! Siempre es hermoso aprender algo nuevo. Mi acercamiento hacia las letras es puramente creativo. Desconozco muchísimo de la gramática. Y es bellísimo aprender. ¡Te agradezco! Como estética: busco imitar al habla. Entre más natural me sea el lenguaje, menos interrumpo el proceso creativo. El lenguaje de la memoria es mi hogar. Pero el lenguaje de la razón, siempre goza de aprender. ¡Y reescribir! Un gusto... H.
@lukio5116 ¿Se entiende? Sí. ¿Es correcto? No. También se entiende una palabra escrita indistintamente con V o B, o con LL o Y. ¿Las reglas están para romperlas? Claro que sí, campeón. Te animo a no parar con el semáforo en rojo, o a asaltar una casa ajena. Las lenguas funcionan de forma normativa, y por suerte las Academias de la Lengua de España y los países hispanoamericanos se coordinan para que el español conserve su unidad y no degenere.
@lukio5116 No me dedico a onstruir puentes. Enseño Historia de la Literatura en una Facultad de Letras, plaza ganada por oposición tras obtener el título de doctor. No me hagas caso si no quieres. Eso sí, tampoco le hagas caso al médico si te dice que tienes el colesterol alto. Tienes pinta de ser de esas personas que consideran que son más entendidos que los auténticamente profesionales.
Sin caballo no hay gloria Pablito no era un buen alumno en la escuela, ni siquiera era un buen hijo en la familia. En la escuela solía quedar en penitencia, sin recreo, y en la casa era frecuente que tuvieran que sacarle los demonios del cuerpo. Aquel día no tuvo mucho de particular, simplemente fue un día más. El día que supo para siempre que sin caballo no hay gloria. Sabido es que los niños conocen perfectamente la diferencia entre realidad y ficción, nunca se confunden; lo dijo Aristóteles y si no lo dijo, tendría que haberlo dicho, y Pitágoras lo habría confirmado con un teorema irrefutable. Sólo El Quijote tenía el privilegio exclusivo de confundir ficción con realidad y eso por leer demasiado; sabido es que mucha lectura puede dañar al cerebro de forma irreversible, escribir ficciones también es peligroso en el mismo sentido. Claro que ficción y realidad se mezclan en la vida cotidiana; los niños juegan a ser adultos, independientemente del juego que se trate, siempre juegan a ser adultos y todos los juegos necesitan la ficción, incluso la timba patológica. Pero los juegos no pueden desprenderse de la realidad. Por lo general los juegos acompañan la cultura dominante: los varones, vestidos de celeste, juegan a la pelota o a los policías, con un buen revólver, que podía ser la misma honda de elásticos o una horqueta más apropiada, con un lindo mango; las nenas, vestidas de rosado, juegan a las muñecas o a hacer “comiditas”, que en realidad es jugar a las madres. La imaginación es fundamental. Aquel huesito es un buey y aquel otro, una carreta, y allá van el buey y la carreta recorriendo los caminos del mundo, y aquel carrero adulto con la picana al hombro, que lleva al buey y la carreta, ese es el héroe principal, el aventurero heroico, el más mejor de todos los mejores. Tal vez los adultos juegan a ser niños; Rodó se puso a jugar con una copa de cristal y se divirtió como loco; la vida sin los juegos no tendría sentido. Escribir también es una forma de jugar, aunque no siempre divertida. Pablito soñaba tener un caballo. Todos los héroes de las revistas tenían caballo, todos, incluso el Llanero Solitario. El Llanero Solitario era muy complicado porque, no sólo tenía caballo, sino que además era amigo del indio Toro, que era de los pocos indios buenos; aquello era lo mejor, pero conseguir un indio bueno era muy difícil, si por lo menos tuviera un caballo ya sería buenísimo. Pablito ya sabía, porque había visto a sus amigos, ya sabía que cualquier escoba vieja podía convertirse en caballo, en un caballo magnífico como Plata, el caballo del Llanero Solitario, y el asunto del indio no era imprescindible, al menos por ahora; tal vez, otro día, Jorgito, el “Oreja”, fuera el indio Toro que podría acompañarlo, la idea no era mala. Rascándose la cabeza, como si estuviese pensando en los deberes pendientes de la escuela, Pablito recorría todos los rincones en busca del tesoro. Todos los niños son actores, lo aprenden desde que el llanto, berrinches y pataletas tienen recompensa y se reafirma cuando el “eso no me gusta y no lo como” consigue una comida más rica, sin que el padre se enterara o el acompañamiento de una limonada con azúcar, en vez del agua sola habitual; ese aprendizaje los convierte en expertos de la actuación y la manipulación a muy temprana edad. Y Pablito no quería llamar la atención, no quería que la madre se diera cuenta que andaba buscando el tesoro: la única escoba que había en la casa; pero no la encontraba, no la podía encontrar, la habrían escondido para que no volviera a jugar con ella; “agarrá cualquier palo”, le decía la madre, “pero no me uses la escoba”, porque los adultos nunca entienden nada de las cosas importantes de la vida, siempre están demasiado ocupados jugando a ser padres, a pesar de saber que los hijos no tienen repuestos. En todo caso, los adultos siempre terminan domesticados y olvidan aquellos demonios malignos y seductores de la niñez. Los niños siempre son perversos, sólo que nos engañan con su impostada ternura y ellos lo saben de antemano. La encontró de casualidad, en la esquina detrás de la puerta, aquel era el lugar habitual de la escoba, sin embargo, fue el último lugar donde la buscó, pero no era la escoba que conocía, la reconocida escoba de chircas que, de tiempo en tiempo, la madre recomponía, atando nuevo manojos de chirca con hilo de sisal; ésta era una escoba nueva, flamante, estaría sin estrenar, además tenía paja de escoba, no era redonda, era chatita, bien cosida, el palo era torneado, liso, parejito, precioso, no como el habitual varejón torcido y con nudos de todas las escobas. Fue glorioso, anduvo a caballo deteniendo malhechores y resolviendo injusticias monstruosas; en principio a Toro no lo precisaba, incluso era mejor porque no tenía que compartir la gloria con nadie. Todo era perfecto hasta que Cartucho intervino en las andanzas: era un perro chico, raza cusco, bastante garronero y siempre de mal humor; se le prendió a la cola del caballo hasta destrozarla por completo. El bochinche y los ladridos del perro atrajeron la atención de la madre. Quizás era una costumbre despiadada, pero en la época de Pablito, cualquier fechoría se castigaba conforme a la Ley: primero la madre le dio tres moquetes y después se lo llevó del pelo a encerrarlo en el cuarto, ese no era el problema, el problema era cuando volviera el padre y se sacara el cinto de cuero del pantalón. Pablito no era tonto y aprendió enseguida que ser héroe cuesta mucho sacrificio; la domesticación empieza por casa, la escuela es apenas el segundo nivel que termina perfeccionándose en la universidad. Pero Pablito también era porfiado, rebelde, cuasi sedicioso y, a pesar de las nalgas cuarteadas por el cinturón del padre, seguía teniendo clarito que sin caballo no hay gloria.
Matrero, carnal. Me gusta muchísimo tu narrativa. ¡Te felicito! Y lograste terminar la historia y darle una redondez que viene desde el título. Con esas costuras están unidos los buenos cuentos. Por otro lado, no estoy muy seguro si compartiste un texto que tenías o si intentaste realizar unas narrativas cruzadas. ¿Quizá las narrativas cruzadas las buscaste en los párrafos donde el narrador toma el centro de la historia con sus opiniones? ¨Pablito no era un buen alumno en la escuela, ni siquiera era un buen hijo en la familia. En la escuela solía quedar en penitencia, sin recreo, y en la casa era frecuente que tuvieran que sacarle los demonios del cuerpo.¨ Esta primera línea es muy buena. Me hace querer conocer más de Pablito. Después, entran las opiniones del narrador. Revisa si realmente necesitas esos párrafos. Si realmente agregan a la historia. Ya tienes la estructura, la idea, el principio y el final: este cuento lo puedes pulir como diamante. Te agradezco! Me inspiraste. Y cambiemos al mundo con nuestras ideas. Somos una conjura de escritores. H.
Gracias en serio por ayudarnos tanto
Mi camarada, es un gusto.
De regreso,
mi admiración por continuar en el campo de batalla.
H.
Excelente video. Es verdad, me cuesta trabajo concluir un cuento😊
Martha, muchísimas gracias.
Haré un video sobre eso. El problema es sencillo de sortear con algunas estrategias.
Y es una habilidad bellísima de desarrollar.
Cariños,
H.
Buen vídeo 😊🤝💖
Encantado.
Sigamos leyéndonos.
H.
Gracias Hyle, esta muy interesante y bien explicado el tema de las narrativas cruzadas; igualmente los ejemplos.
Ofir, querida.
Vienen muchos videos con éste estilo.
Estoy muy emocionado con compartirles algunos secretos.
Encantado de leerte,
H.
My buen cuento.
Gracias, Jessie.
Ojalá nos leamos mucho más.
H.
Hola, buen día escritor. Me parece muy interesante la propuesta que haces. Que debo hacer si estoy interesado en la beca? Tengo 64 años y quiero, porque apenas puedo, empezar a escribir.
Gracias de antemano.
Un gran abrazo!
Estimado, mándame un correo a decomoescribir@gmail.com
¡Excelente video, Daniel! Te escribí al privado.
Luis, ¡es un gusto!
No encuentro ningún correo o mensaje tuyo.
¿A dónde me escribiste?
Te dejo mi correo: decomoescribir@gmail.com
Saludos,
H.
"Entre más limitaciones nos ponemos". Hasta ahí he escuchado. Patada a la Gramática.
Marco, colega.
No entiendo el contexto. ¿Quieres explicarte?
Me interesan los escritores que defienden la gramática. Generalmente esa es labor de críticos.
Siempre es un honor recibir comentarios inteligentes.
Esos nos hacen artistas.
H.
@@DiariosdeHyle Estimado, la construcción "entre más + adjetivo/sustantivo" está considerada un uso incorrecto, muy común en el ámbito mesoamericano pero ajeno al resto del orde hispánico, en el que lo normativo es "cuanto más". "Entre" es una presposición, no puede introduir términos de comparación, mientras que "cuanto" sí, al ser un determinante indefinido. Las preposiciones son términos de sintagmas preposicionales o nexos de proposiciones subordinadas, pero nunca cuantificadores en comparaciones.
Camarada Marco,
Qué maravilla! Siempre es hermoso aprender algo nuevo.
Mi acercamiento hacia las letras es puramente creativo.
Desconozco muchísimo de la gramática. Y es bellísimo aprender.
¡Te agradezco!
Como estética: busco imitar al habla.
Entre más natural me sea el lenguaje, menos interrumpo el proceso creativo.
El lenguaje de la memoria es mi hogar.
Pero el lenguaje de la razón, siempre goza de aprender.
¡Y reescribir!
Un gusto...
H.
@lukio5116 ¿Se entiende? Sí. ¿Es correcto? No. También se entiende una palabra escrita indistintamente con V o B, o con LL o Y. ¿Las reglas están para romperlas? Claro que sí, campeón. Te animo a no parar con el semáforo en rojo, o a asaltar una casa ajena. Las lenguas funcionan de forma normativa, y por suerte las Academias de la Lengua de España y los países hispanoamericanos se coordinan para que el español conserve su unidad y no degenere.
@lukio5116 No me dedico a onstruir puentes. Enseño Historia de la Literatura en una Facultad de Letras, plaza ganada por oposición tras obtener el título de doctor. No me hagas caso si no quieres. Eso sí, tampoco le hagas caso al médico si te dice que tienes el colesterol alto. Tienes pinta de ser de esas personas que consideran que son más entendidos que los auténticamente profesionales.
Sin caballo no hay gloria
Pablito no era un buen alumno en la escuela, ni siquiera era un buen hijo en la familia. En la escuela solía quedar en penitencia, sin recreo, y en la casa era frecuente que tuvieran que sacarle los demonios del cuerpo. Aquel día no tuvo mucho de particular, simplemente fue un día más. El día que supo para siempre que sin caballo no hay gloria.
Sabido es que los niños conocen perfectamente la diferencia entre realidad y ficción, nunca se confunden; lo dijo Aristóteles y si no lo dijo, tendría que haberlo dicho, y Pitágoras lo habría confirmado con un teorema irrefutable. Sólo El Quijote tenía el privilegio exclusivo de confundir ficción con realidad y eso por leer demasiado; sabido es que mucha lectura puede dañar al cerebro de forma irreversible, escribir ficciones también es peligroso en el mismo sentido. Claro que ficción y realidad se mezclan en la vida cotidiana; los niños juegan a ser adultos, independientemente del juego que se trate, siempre juegan a ser adultos y todos los juegos necesitan la ficción, incluso la timba patológica. Pero los juegos no pueden desprenderse de la realidad. Por lo general los juegos acompañan la cultura dominante: los varones, vestidos de celeste, juegan a la pelota o a los policías, con un buen revólver, que podía ser la misma honda de elásticos o una horqueta más apropiada, con un lindo mango; las nenas, vestidas de rosado, juegan a las muñecas o a hacer “comiditas”, que en realidad es jugar a las madres.
La imaginación es fundamental. Aquel huesito es un buey y aquel otro, una carreta, y allá van el buey y la carreta recorriendo los caminos del mundo, y aquel carrero adulto con la picana al hombro, que lleva al buey y la carreta, ese es el héroe principal, el aventurero heroico, el más mejor de todos los mejores. Tal vez los adultos juegan a ser niños; Rodó se puso a jugar con una copa de cristal y se divirtió como loco; la vida sin los juegos no tendría sentido. Escribir también es una forma de jugar, aunque no siempre divertida.
Pablito soñaba tener un caballo. Todos los héroes de las revistas tenían caballo, todos, incluso el Llanero Solitario. El Llanero Solitario era muy complicado porque, no sólo tenía caballo, sino que además era amigo del indio Toro, que era de los pocos indios buenos; aquello era lo mejor, pero conseguir un indio bueno era muy difícil, si por lo menos tuviera un caballo ya sería buenísimo. Pablito ya sabía, porque había visto a sus amigos, ya sabía que cualquier escoba vieja podía convertirse en caballo, en un caballo magnífico como Plata, el caballo del Llanero Solitario, y el asunto del indio no era imprescindible, al menos por ahora; tal vez, otro día, Jorgito, el “Oreja”, fuera el indio Toro que podría acompañarlo, la idea no era mala.
Rascándose la cabeza, como si estuviese pensando en los deberes pendientes de la escuela, Pablito recorría todos los rincones en busca del tesoro. Todos los niños son actores, lo aprenden desde que el llanto, berrinches y pataletas tienen recompensa y se reafirma cuando el “eso no me gusta y no lo como” consigue una comida más rica, sin que el padre se enterara o el acompañamiento de una limonada con azúcar, en vez del agua sola habitual; ese aprendizaje los convierte en expertos de la actuación y la manipulación a muy temprana edad. Y Pablito no quería llamar la atención, no quería que la madre se diera cuenta que andaba buscando el tesoro: la única escoba que había en la casa; pero no la encontraba, no la podía encontrar, la habrían escondido para que no volviera a jugar con ella; “agarrá cualquier palo”, le decía la madre, “pero no me uses la escoba”, porque los adultos nunca entienden nada de las cosas importantes de la vida, siempre están demasiado ocupados jugando a ser padres, a pesar de saber que los hijos no tienen repuestos. En todo caso, los adultos siempre terminan domesticados y olvidan aquellos demonios malignos y seductores de la niñez. Los niños siempre son perversos, sólo que nos engañan con su impostada ternura y ellos lo saben de antemano.
La encontró de casualidad, en la esquina detrás de la puerta, aquel era el lugar habitual de la escoba, sin embargo, fue el último lugar donde la buscó, pero no era la escoba que conocía, la reconocida escoba de chircas que, de tiempo en tiempo, la madre recomponía, atando nuevo manojos de chirca con hilo de sisal; ésta era una escoba nueva, flamante, estaría sin estrenar, además tenía paja de escoba, no era redonda, era chatita, bien cosida, el palo era torneado, liso, parejito, precioso, no como el habitual varejón torcido y con nudos de todas las escobas.
Fue glorioso, anduvo a caballo deteniendo malhechores y resolviendo injusticias monstruosas; en principio a Toro no lo precisaba, incluso era mejor porque no tenía que compartir la gloria con nadie. Todo era perfecto hasta que Cartucho intervino en las andanzas: era un perro chico, raza cusco, bastante garronero y siempre de mal humor; se le prendió a la cola del caballo hasta destrozarla por completo. El bochinche y los ladridos del perro atrajeron la atención de la madre.
Quizás era una costumbre despiadada, pero en la época de Pablito, cualquier fechoría se castigaba conforme a la Ley: primero la madre le dio tres moquetes y después se lo llevó del pelo a encerrarlo en el cuarto, ese no era el problema, el problema era cuando volviera el padre y se sacara el cinto de cuero del pantalón.
Pablito no era tonto y aprendió enseguida que ser héroe cuesta mucho sacrificio; la domesticación empieza por casa, la escuela es apenas el segundo nivel que termina perfeccionándose en la universidad.
Pero Pablito también era porfiado, rebelde, cuasi sedicioso y, a pesar de las nalgas cuarteadas por el cinturón del padre, seguía teniendo clarito que sin caballo no hay gloria.
Matrero, carnal.
Me gusta muchísimo tu narrativa. ¡Te felicito! Y lograste terminar la historia y darle una redondez que viene desde el título. Con esas costuras están unidos los buenos cuentos.
Por otro lado, no estoy muy seguro si compartiste un texto que tenías o si intentaste realizar unas narrativas cruzadas. ¿Quizá las narrativas cruzadas las buscaste en los párrafos donde el narrador toma el centro de la historia con sus opiniones?
¨Pablito no era un buen alumno en la escuela, ni siquiera era un buen hijo en la familia. En la escuela solía quedar en penitencia, sin recreo, y en la casa era frecuente que tuvieran que sacarle los demonios del cuerpo.¨
Esta primera línea es muy buena. Me hace querer conocer más de Pablito. Después, entran las opiniones del narrador. Revisa si realmente necesitas esos párrafos. Si realmente agregan a la historia.
Ya tienes la estructura, la idea, el principio y el final: este cuento lo puedes pulir como diamante.
Te agradezco! Me inspiraste.
Y cambiemos al mundo con nuestras ideas.
Somos una conjura de escritores.
H.
@@DiariosdeHyle Gracias. Abrazo