Yo diría qu deafult es uno de los mejores guantes ya que tiene una velocidad i knokback perfecto osea no mandas al enemigo tan lejos pero eso es buno para extender combos casi mortales i su dash ase los combos mas largos
Todo empezó en 1942, en medio del caos y la desesperanza que traía consigo la Segunda Guerra Mundial. Yo era solo un niño de diez años, viviendo en una pequeña ciudad que había sido arrasada por los bombardeos. Los días eran una mezcla de miedo, hambre y pérdida. Recuerdo claramente aquella mañana fría de invierno. Mi madre luchaba por mantenernos alimentados con las escasas provisiones que encontraba en el mercado negro. Mi padre había sido llamado a filas hacía meses y no teníamos noticias suyas. La incertidumbre se había convertido en nuestro compañero constante. Una tarde, mientras buscaba leña en los escombros para mantener encendida nuestra débil fogata, escuché un gemido proveniente de un rincón oscuro. Me acerqué con cautela y descubrí a un cachorro abandonado, temblando de frío y hambre. Sus ojos tristes me miraron con una súplica silenciosa. Sin pensarlo dos veces, decidí llevar al cachorro a casa. Mi madre no estuvo de acuerdo al principio, temiendo que sumar otra boca significara menos comida para nosotros. Pero mi determinación y la mirada desamparada del pequeño perro lograron convencerla. Durante semanas, cuidé del cachorro con dedicación, compartiendo con él cada migaja de pan y cada sorbo de agua. Se convirtió en mi compañero fiel, en mi motivo para levantarme cada día y seguir adelante a pesar de todo. Pero la guerra no perdona ni a los más inocentes. Una noche, mientras buscábamos comida en los callejones oscuros, nos encontramos con soldados enemigos. Intenté huir, pero el cachorro, asustado, comenzó a ladrar. Los disparos resonaron y su cuerpo cayó inerte a mis pies. El dolor y la rabia se apoderaron de mí. Enterré a mi amigo en un rincón del patio trasero, bajo la sombra de un árbol que alguna vez había sido testigo de nuestras risas y juegos. Desde entonces, cada vez que veo un perro callejero o escucho ladridos en la noche, el recuerdo de aquel cachorro y la crueldad de la guerra vuelven a mí con una tristeza imposible de olvidar.
Yo diría qu deafult es uno de los mejores guantes ya que tiene una velocidad i knokback perfecto osea no mandas al enemigo tan lejos pero eso es buno para extender combos casi mortales i su dash ase los combos mas largos
El default no es el primer guante es el spin porque te lo dan a los menos 3 slaps
el default te lo dan sin la necesidad de conseguir slaps xd
@@Orbuiz no esto -3 slaps
Pero bueno me alegraste el día un sub mas👍
maldita calidad basura que hace que se vea chistoso
a
por que no tds 🤬🤬
Todo empezó en 1942, en medio del caos y la desesperanza que traía consigo la Segunda Guerra Mundial. Yo era solo un niño de diez años, viviendo en una pequeña ciudad que había sido arrasada por los bombardeos. Los días eran una mezcla de miedo, hambre y pérdida.
Recuerdo claramente aquella mañana fría de invierno. Mi madre luchaba por mantenernos alimentados con las escasas provisiones que encontraba en el mercado negro. Mi padre había sido llamado a filas hacía meses y no teníamos noticias suyas. La incertidumbre se había convertido en nuestro compañero constante.
Una tarde, mientras buscaba leña en los escombros para mantener encendida nuestra débil fogata, escuché un gemido proveniente de un rincón oscuro. Me acerqué con cautela y descubrí a un cachorro abandonado, temblando de frío y hambre. Sus ojos tristes me miraron con una súplica silenciosa.
Sin pensarlo dos veces, decidí llevar al cachorro a casa. Mi madre no estuvo de acuerdo al principio, temiendo que sumar otra boca significara menos comida para nosotros. Pero mi determinación y la mirada desamparada del pequeño perro lograron convencerla.
Durante semanas, cuidé del cachorro con dedicación, compartiendo con él cada migaja de pan y cada sorbo de agua. Se convirtió en mi compañero fiel, en mi motivo para levantarme cada día y seguir adelante a pesar de todo.
Pero la guerra no perdona ni a los más inocentes. Una noche, mientras buscábamos comida en los callejones oscuros, nos encontramos con soldados enemigos. Intenté huir, pero el cachorro, asustado, comenzó a ladrar. Los disparos resonaron y su cuerpo cayó inerte a mis pies.
El dolor y la rabia se apoderaron de mí. Enterré a mi amigo en un rincón del patio trasero, bajo la sombra de un árbol que alguna vez había sido testigo de nuestras risas y juegos. Desde entonces, cada vez que veo un perro callejero o escucho ladridos en la noche, el recuerdo de aquel cachorro y la crueldad de la guerra vuelven a mí con una tristeza imposible de olvidar.
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