El palacio de los Pizarro, en Conquista de la Sierra.

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  • Опубліковано 20 бер 2020
  • CONQUISTA DE LA SIERRA.
    (Relato-ficción sobre la visita a España en 1832 del escritor británico Richard Ford y su paso por Extremadura)
    En su descripción de las regiones de España, Richard Ford menciona a Extremadura como «… la desolada Extremadura , que sólo tiene el título de provincia y está poblada de langosta, ganados trashumantes, cerdos, y aquí y acullá algún bípedo humano.» (Cosas de España, El país de lo imprevisto, Richard Ford (1830-1833)
    Corría el verano de 1832. Un caballero inglés viajaba por el camino de herradura de la Sierra de los Lagares, cerca de Trujillo, en Extremadura. Al comenzar a bajar el pequeño puerto, dio vista a la aldea campesina de Herguijuela, entre cuyas casas humildes discurría el camino de rodadura. Algunos campesinos y pastores miraron con asombro el elegante atuendo y la montura de don Richard, que, tocándose el ala del sombrero al paso, saludaba sonriente a los lugareños.
    El camino ganaba algo de anchura más allá de Herguijuela en dirección al este, entre encinares, arroyos y montes ondulados, de modo que, tras un buen trote, a los pies de la Sierra de Pedro Gómez, alcanzó un cercano pueblo que los lugareños le nombraron unos como La Zarza, otros como Conquista de la Sierra. El camino de Guadalupe pasaba de largo, por lo que tiró de la brida e internó su montura a la izquierda, por entre callejuelas, hasta llegar a la plaza, apeándose al lado de la iglesia de San Lorenzo. Preguntó, y un hombre regordete con barba mal afeitada le dijo que le siguiera. Caminaron hasta el camino de Garciaz, al final del pueblo y allí el hombrecillo, levantó la cabeza y extendiendo el dedo índice, dijo al jinete.
    -Velequile, el palacio, algo perjudicado por los malditos franceses que lo tirotearon en la guerra, pero vequí lo tiene.
    Tras darle las gracias, Mister Ford quedó absorto mirando los imponentes muros. Atardecía y el cielo se iba encendiendo al oeste, en medio de aromas de leña y un silencio solo roto por el griterío de las grajillas que anidaban en los huecos vacíos de las traviesas, en las troneras y en las chimeneas.
    El inglés penetró en el recinto y apoyado en un muro de sillares trató de reconstruir una de tantas leyendas españolas que conocía. En su mente se dibujó una noche tormentosa cuatro siglos atrás, en que el Capitán Gonzalo Pizarro, andaba recorriendo a caballo sus tierras por estos alrededores y hubo de buscar refugio en un molino cercano a este pueblo. En la casa, seguramente al amparo de un cálido fuego dejó encinta a la hermosa molinera, que parió un bastardo al que llamaron Francisco.
    Criado por su madre, Mister ford imaginó al pequeño Francisco trabajando el huerto, criando cerdos, abriendo besanas y sembrando aquellos campos de La Zarza.
    E imaginó luego un Francisco adolescente, impetuoso y de fuerte carácter que sintió la llamada del nuevo mundo, volando de este apartado rincón de labriegos. Levantó la vista y miró el cielo azul dorado, y le pareció que los muros le hablaban de una carabela rumbo a lejanas tierras, e imaginó mil avatares, traiciones, venganzas y guerras, que había leído en las crónicas hasta que, un aciago 26 de junio de 1541, el bastardo, el Gran Marqués que cuidó cerdos y vareó encinas por estos alrededores, moría asesinado en su palacio de Lima, ciudad que él mismo había fundado a orillas del río Rímac seis años antes. Los muros semiderruidos del palacio sabían bien de estas y otras muchas historias. Ahh, si pudieran hablar.
    Y siendo don Richard hombre culto, sensible e imaginativo quedó maravillado adivinando en las ruinas la sobria decoración palaciega ahora inundada de matarrañas y enterrada por el tiempo, galerías, pórticos, capilla privada, y estancias con paredes recubiertas de estucos y pinturas, o tal vez terciopelos o tapices con alegorías clásicas. Verjas ornamentadas, jardines exuberantes repletos de plantas del trópico y hasta un lago con patos.
    La fortaleza-palacio, construida en el siglo XVI iba a ser residencia de Francisco Pizarro y la princesa inca Inés Yupanqui pero, muerto este, serían su hermano Hernando y la hija de aquel Francisca Pizarro Yupanqui quienes la ocupasen mientras se concluían las obras de su palacio en Trujillo.
    No podía creer que la dueña de este perdido palacete extremeño en Conquista de la Sierra casara luego con importantes nobles en la corte madrileña donde fue conocida en toda España como «Francisquita».
    Los últimos rayos del sol tocaban ya sesgados la Sierra de Pedro Gómez estirando grotescamente la sombra de las encinas y encendiendo las tierras y los sembrados cuando el caballero inglés cayó en la cuenta de que debería buscar fonda para escribir sus notas a la luz de una vela, pasar la noche lo mejor que pudiese y, al alba, reemprender su camino a Guadalupe. Pero esa, ya será otra historia.

КОМЕНТАРІ • 11

  • @Juanfernandez-sm8jl
    @Juanfernandez-sm8jl 2 роки тому

    😍😍😍😍👍👍👍👍 Preciosa historia y precioso video gracias por compartir!! saludos-

  • @LasVilluercas
    @LasVilluercas 4 роки тому

    ¡Qué pasada, Pepe! ¡Vaya nivel! Gracias por compartirlo. Precioso documental y esperemos que pronto alguien ponga en valor esa finca. Todavía transmite sensaciones especiales cuando se visita.

  • @puh81
    @puh81 4 роки тому

    Buen trabajo!

  • @javidanone
    @javidanone 4 роки тому

    Esta genial

  • @alexevic77
    @alexevic77 4 роки тому

    Guapísimo vídeo 👏👏👏

    • @relatosyviajes
      @relatosyviajes  4 роки тому

      alexevic vídeos, gracias amigo, hay que ir perdiendo el miedo escénico 😁