Se caen pedazos - Lorena Pronsky

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  • Опубліковано 1 лип 2024
  • A todos se nos van cayendo pedazos.
    LETRA:
    A todos se nos van cayendo pedazos.
    Trozos de ilusiones, de deseos no cumplidos,
    de sueños que solo van a suceder mientras dormimos.
    A todos nos atraviesan las mismas emociones,
    frente a distintos acontecimientos,
    pero todos sabemos lo que decimos cuando hablamos de dolor.
    Cada quién sabe lo que es amar sin ser amado,
    dar sin recibir, esperar algo que no va a suceder.
    Partidas de esas personas que se nos adelantaron un poco,
    en un Adiós ante el cual no estábamos preparados.
    Ausencias, vacíos, tristezas, desengaños.
    Esto también es la vida. Lo es.
    Yo me acomodé desde acá para poder escribir,
    porque entiendo que este hueco es el más real.
    Aparecen posturas y millones de sugerencias posibles,
    que prometen que las cosas no van a doler.
    Entonces tienes libros que te dicen cómo y de qué manera tienes que ser feliz.
    Algunos, hasta te marcan las horas en las que empieza esa felicidad tan ansiada.
    Leo gente que anda por ahí entrenando almas,
    dando clases de cómo se sale de amores tóxicos,
    gente que alienta en sus escritos y promete que uno no necesita nada ni a nadie para estar bien.
    Esos discursos son los que más garpan.
    Porque a la gente le duele.
    Le duele y no sabe dónde comprar eso que le calme un poco el alma.
    Yo hace un tiempo, caí en mi propio Psicólogo pidiendo lo mismo.
    Que no me duela. Gracias a Dios y a mí,
    que supe elegir a quién tenía enfrente,
    me clavó la mirada y me dijo:
    Yo de eso, no vendo. No tengo ese kiosco.
    Esas palabras a mí me salvaron los días,
    y me dieron la serenidad para frenar la búsqueda constante de algo que no existía.
    Empecé a descansar, a dejar de laburar,
    y revolee los remos a la mierda.
    Yo empecé a sanar cuando entendí que tenía que aceptar el dolor como parte inevitable de la vida.
    Y así me lo puse abajo del brazo, y no en los hombros.
    Llegué hasta el fondo. Lo toqué. Lo olí. Lo viví.
    Y aprendí que eso que a mí me dolía podía llevarlo conmigo,
    y no dejarme llevar por él.
    Nada fue mágico. Nada lo es.
    Todos los días me preguntan cómo hacer
    para sanar una herida que les pica,
    que les arde y que les entorpece el paso.
    Y siempre pienso lo mismo.
    Ustedes lo van a hacer mejor que nadie.
    Compren su propio discurso.
    Usen las herramientas que tienen adentro.
    Pidan luz,
    gente que les alumbre el camino y les hagan de faro en el medio de la oscuridad,
    pero no pidan que alguien les camine por ustedes.
    No existe ese alguien.
    La vida tiene la impronta de cada uno.
    La que cada uno le da.
    No compren en kioscos que les digan que ahí se vende lo que buscan,
    porque si hay alguien que vende de eso, en todo caso,
    son ustedes mismos.
    Nadie mejor que ustedes saben qué, cómo y cuándo.
    Y cuando no pueden, busquen a ese tipo, esa tipa,
    que como a mí, me diga, te va a doler.
    Sí. Pero yo te acompaño hasta que se calme un poco.
    Y cuando ese dolor es tan intenso que sientan que no se calma,
    sepan que siempre tienen dos opciones.
    Frenar y no seguir más,
    O asumir que la vida es eso también y que roto, se puede caminar igual.
    La vida es hermosa.
    Y también, muchas veces nos pega inesperadamente en donde no tiene que pegar.
    Pero es parte. Es parte.
    Como lo es todo.
    Asumirlo libera.
    La resistencia al dolor es la forma más certera de perpetuarlo.
    Acepten. Asuman y busquen todo lo que pueda acariciar el alma en esos momentos.
    Caricias, sí. Amor, sí. Paliativos, sí.
    Hacer lo que les gusta, sí.
    Cada uno se salva un poco como puede.
    Pero no dejen que les vendan lo que no existe.
    No compren fórmulas mágicas.
    El dolor, duele.
    Es simple.
    Y es en esta vulnerabilidad donde aparecen personas mágicas que tienen llaves para brindar,
    y otras que se ofrecen a abrirte tus propias puertas.
    Pidan llaves, pero abran ustedes.
    Busquen una mano que les diga por dónde se puede salir,
    pero no busquen a alguien que les quiera vender un par de pies.
    Porque el camino lo van a tener que hacer ustedes.
    Y cuando vean otra vez el sol,
    nadie les va a querer cobrar ninguna deuda.

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