Evangelio del día. Padre Hernán. Julio 2 2024. Bernardino Realino, Santo.

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  • Опубліковано 3 жов 2024
  • Bernardino Realino, Santo.
    Sacerdote Jesuita.
    Martirologio Romano: En Lecce, en la región de Apulia, san Bernardino Realino, presbítero de la Orden de la Compañía de Jesús, ilustre por su caridad y su benignidad, el cual, despreciando los honores del mundo, se entregó al cuidado pastoral de los presos y de los enfermos, así como al ministerio de la palabra y de la penitencia. († 1616).
    Fecha de beatificación: 12 de enero de 1896 por el Papa León XIII.
    Fecha de canonización: 22 de junio de 1947 por el Papa Pío XII.
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    Evangelio del día
    Lectura del santo evangelio según San Mateo 8, 23-27
    En aquel tiempo, subió Jesús a la barca, y sus discípulos lo siguieron.
    En esto se produjo una tempestad tan fuerte, que la barca desaparecía entre las olas; él dormía. Se acercaron y lo despertaron gritándole:
    «¡Señor, sálvanos, que perecemos!».
    Él les dice:
    «¿Por qué tenéis miedo, hombres de poca fe?».
    Se puso en pie, increpó a los vientos y al mar y vino una gran calma. Los hombres se decían asombrados:
    «¿Quién es este, que hasta el viento y el mar lo obedecen?».
    Reflexión del Evangelio de hoy.
    ¿Por qué tenéis miedo hombres de poca fe?
    Todos sabemos, aunque algunos no tengamos experiencia, la dificultad de los pequeños barcos, de las lanchas, cuando en el mar se suscita una tormenta. Es lógico el miedo, la preocupación y la angustia. Todos sabemos cómo el Mediterráneo se está convirtiendo en un gran cementerio de personas, que, en condiciones infrahumanas, quieren tener una vida mejor y no llegan al destino.
    En el Evangelio de hoy vemos cómo los discípulos se sienten angustiados, con miedo, por doble motivo: uno, la tormenta que les inquieta y les preocupa, otro, porque Jesús duerme y da la impresión de que no quiere enterarse. ¿Cuál de las dos será la que el Evangelista querrá resaltar? Por la respuesta que da Jesús, yo me inclino, por el segundo. Para vencer la tempestad sabían ellos más que Jesús.
    Yo, he desarrollado mi ministerio pastoral en una parroquia cuyo templo tenía forma de barco. El arquitecto, en pleno Concilio, la ideó así, como una barca que tenía que navegar a través de las calles de la ciudad. Tiene mucha luz, que como en el mar, entra de arriba y por abajo.
    En mi actividad pastoral y, a la hora de explicar la estructura del templo, les explicaba el sentido de Iglesia como una barca, donde Jesús no duerme, sino que está presente. Y les decía que, cuando falla su presencia en la comunidad parroquial, ésta sucumbe ante las dificultades. No hay que olvidar que Jesús está con la comunidad y en medio de ella. Nos acompaña, y esa compañía provoca confianza, amor, sentido comunitario, ánimo, ilusión, esperanza y, sobre todo, sostiene a la comunidad.
    La barca de la Iglesia hoy, da la sensación, que algunas veces olvida a Jesús. Se mira mucho a sí misma y deja de lado a Jesús. Parece no ser Él el centro de la comunidad, el importante, el guía y maestro, aquel que quita los miedos y nos ayuda ante las dificultades, pues las tenemos.
    Pidamos hoy a Jesús que nos acompañe, nos siga instruyendo con su Palabra y que los seguidores de Él no recibamos la reprimenda ¿Qué os pasa? ¿Es que no tenéis fe? ¿Es que no confiáis en mí?. No os preocupéis, yo estoy siempre con vosotros, pero dejaros instruir. Aurrera- Adelante. Con Jesús hacemos Iglesia de Jesús.
    Fr. Mitxel Gutiérrez Sánchez O.P.
    Convento de S. Valentín de Berrio Ochoa (Villava).
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    «Entonces se levantó, increpó a los vientos y al mar, y sobrevino una gran bonanza»
    Fray Lluc TORCAL Monje del Monasterio de Sta. Mª de Poblet
    (Santa Maria de Poblet, Tarragona, España)
    Hoy, Martes XIII del tiempo ordinario, la liturgia nos ofrece uno de los fragmentos más impresionantes de la vida pública del Señor. La escena presenta una gran vivacidad, contrastando radicalmente la actitud de los discípulos y la de Jesús. Podemos imaginarnos la agitación que reinó sobre la barca cuando «de pronto se levantó en el mar una tempestad tan grande que la barca quedaba tapada por las olas» (Mt 8,24), pero una agitación que no fue suficiente para despertar a Jesús, que dormía. ¡Tuvieron que ser los discípulos quienes en su desesperación despertaran al Maestro!: «¡Señor, sálvanos, que perecemos!» (Mt 8,25).
    El evangelista se sirve de todo este dramatismo para revelarnos el auténtico ser de Jesús. La tormenta no había perdido su furia y los discípulos continuaban llenos de agitación cuando el Señor, simplemente y tranquilamente, «se levantó, increpó a los vientos y al mar, y sobrevino una gran bonanza» (Mt 8,26). De la Palabra increpatoria de Jesús siguió la calma, calma que no iba destinada sólo a realizarse en el agua agitada del cielo y del mar: la Palabra de Jesús se dirigía sobre todo a calmar los corazones temerosos de sus discípulos. «¿Por qué tenéis miedo, hombres de poca fe?» (Mt 8,26).
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