Desde Tabasco, miniaturas de hueso que maravillan al mundo

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  • Опубліковано 28 тра 2019
  • En un centímetro y medio, las manos hábiles del maestro Placido Hernández López, plasmaron el nacimiento del niño Jesús, una escultura elaborada en hueso, la pieza de menor dimensión que ha creado en sus 39 años de ejercer este oficio artesanal.
    Escultor de hueso en miniatura, nació y vive en el poblado Tecoluta primera sección, del municipio de Nacajuca, Tabasco. Ganador de más de 40 premios y reconocimientos locales, nacionales y uno internacional; con su memoria fotográfica plasma en sus obras tradiciones locales, religiosas, la fauna tabasqueña, y piezas de joyería.
    Desde España y otras partes del mundo han llegado al taller que con sus propios recursos acondicionó en su casa, para conocer y adquirir su trabajo; así lo refiere, al tiempo que muestra la escultura más grande que ha tallado: un Cristo crucificado que mide siete centímetros, y es única por estar hecha de una costilla de manatí, sobre madera de tinto.
    El maestro Placido evoca el día en que, a sus trece años, empezó su vocación de escultor cuando fue invitado a participar en un concurso estatal que se realizó en los camellones chontales.
    Sonríe y su rostro se ilumina cuando rememora sus pininos y anécdotas en el arte de hacer esculturas. Lo mismo sucede al recordar a su maestro y mentor, Roberto Ruiz, originario de Oaxaca, al que conoció después de ganar el primer lugar en la competencia, cuando solo trabajaba en el tallado de madera, haciendo mascaras y cucharas con imágenes de la fauna tabasqueña.
    De forma empírica también realizó obras en plastilina, barro e incluso se dedicó un tiempo a la pintura, solo acompañado de su ingenio y creatividad, hasta que con el apoyo del señor Miguel Campos Ochoa, quien abrió un taller, tuvo su encuentro con el material que utilizaría hasta la fecha: el hueso de res.
    En las clases iniciaron 25 alumnos y solo terminaron seis, de Jalpa de Méndez, José Rabanales y Doña Marbella; del poblado Tucta, Nacajuca, Demetrio y Feliciano; y de Tecoluta, él y Baltazar, el único de sus ocho hermanos que también se dedica a esculpir, pero en madera.
    De sus cuatro hijos varones, solo uno muestra interés por seguir con la tradición de tallar en hueso, incluso una de las piezas que actualmente está esculpiendo permanece en la mesa donde el maestro Placido trabaja.
    A sus 52 años, solo la edad hace merma en sus ojos; usa lentes pero solo por tener vista cansada, y de la ventana una escasa iluminación lo acompaña durante las más de cinco horas que se dedica, casi diariamente, a esculpir.
    El resto del tiempo lo divide en dar clases de Artes Plásticas, a estudiantes de preparatoria del Plantel 21, ubicado en su natal Tecoluta, además de atender otras labores que le permiten un ingreso económico.
    Cada mes, el maestro Placido recorre las carnicerías del municipio de Nacajuca para comprar huesos de res, que sus virtuosas manos convertirán en esculturas en miniatura, personajes o piezas que diseñadoras le soliciten, ya sea de joyería o iniciales de letras.
    Mientras sostiene el motoool -herramienta para hacer cortes precisos, tallar y pulir- refiere que para los concursos prefiere retratar las tradiciones de su pueblo, al estar en una demarcación ubicada en la zona indígena, hace campesinos, y plasma actividades como la pesca. El precio de cada obra oscila entre los 20 y 30 mil pesos, y puede tardar hasta siete meses en terminarla.
    Sus años de experiencia le permiten estar al tanto de las fechas en que se emiten las convocatorias para participar en concursos nacionales, donde disputa ganar el primer lugar junto con más de mil artesanos. Se acuerda que un turista proveniente de Washington, Estados Unidos, lo invitó a participar en un certamen, al que asistieron representantes de 64 países, y su pieza fue una de las seleccionadas.
    Desde 1986 a la fecha, ha participado en concursos con aproximadamente 45 obras, pero solo conserva 12, porque una vez que gana, los coleccionistas se quedan con las piezas. Situación que en lugar de celebrar, lamenta, porque confiesa que además del premio le gustaría conservar su escultura miniatura.
    Tampoco mantiene contacto con los coleccionistas de su trabajo, solo recuerda al escritor Carlos Monsiváis, que llegaba a saludarlo cuando participaba en algún concurso, y en su Museo del Estanquillo, localizado en el Centro Histórico de la Ciudad de México, se exhiben algunas de las piezas que le compró al maestro Placido.
    También manifiesta que por falta de tiempo no se ha dado a la tarea de fotografiar el antes, durante y después de su proceso artesanal, para atesorar al menos en imagen, cada una de sus obras.
    Durante la conversación que se prolonga por casi dos horas elabora un lazo matrimonial, pero refiere que suele trabajar en dos o tres piezas al mismo tiempo, porque de lo contrario se estresa al tener que realizar tan pequeños detalles. Es momento de dejar el taller, pero el maestro Placido reitera su entusiasmo por compartir y enseñar a las nuevas generaciones el arte de esculpir en miniatura.

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