17º RESUCITÓ AL TERCER DÍA:
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- Опубліковано 5 вер 2024
- 1. En el centro, la resurrección de Jesús. Aparece con herida al costado, ascendiente, victorioso. La plena vida que tiene, deja atrás el sepulcro, representado en la zona inferior por un esqueleto y su inevitable guadaña (lámina 6): la muerte ha sido vencida (1 Co. 15, 55). La claridad de la zona superior contrasta con fuerza con las tinieblas y oscuridad de la inferior, la de la muerte derrotada.
2. A la izquierda, de espaldas, el dibujo muestra a Jesús resucitado (nimbo crucífero, como en las láminas 9 a 13) junto con dos personas: son los dos discípulos que caminan a Emaús, derrotados y desalentados, Cleofé y su anónimo compañero de camino (Lc. 24, 13-35). Jesús hace el camino con ellos hasta la aldea a que se dirigen, y allí se les da a conocer. Durante el recorrido, una catequesis pascual en que Jesús les va mostrando que era indispensable que el Mesías padeciera primero para entrar después en su gloria. [3] Al mismo nivel, en la parte derecha, Jesús se hace presente a María Magdalena. Su identificación como hortelano, que sugiere el evangelio, consiste en un amplio sombrero y una pala en su mano derecha. Pero el cuadro indica que ya se ha producido la identificación y reconocimiento por parte de María, que, postrada, rostro en tierra, abraza sus pies (Jn. 20, 11-18; el texto de Mt. 28, 9, indica el mismo gesto, pero por parte de “María Magdalena y la otra María”).
La visión de Jesús resucitado y la comprobación fehaciente de algunos testigos del hecho, proporcionan la seguridad a los creyentes. Y la lámina recoge estos mismos datos, en lugar de los más difíciles de pasar al dibujo, de 1 Cor. 15, donde Pablo argumenta sobre la resurrección de Jesús, y, en consecuencia, la de todos los creyentes.
Bendito Seas Señor Jesus vencedor del pecado y la muerte
Gloria a tí Señor Jesus vencedor de la muerte
❤gloria,anuestro
Dios
Resucitado llevamos al cielo
Ven Señor Jesús
Aleluya al Rey de Reyes
Hossana a Nuestro Rey y Señor Jesucristo
Le Seigneur Jésus est ressuscité, vaincant le péché et la mort
Nuestra vida en este mundo se parece a veces a un destierro. Aun sin llegar a situaciones extremas (violencia, marginación, soledad, enfermedad, vejez…), en nuestro vivir cotidiano predomina el tono gris y monótono. Nuestras ansias más profundas de amor, libertad y justicia parecen destinadas a quedar insatisfechas; ninguna realización llega a colmarlas. Los momentos de felicidad son más bien raros y efímeros. Cuando llegan, pensamos estar en otro mundo.
«En la casa de mi Padre hay muchas moradas… Me voy a prepararos el sitio» (Jn 14,2). La resurrección de Jesús ha abierto el acceso a un mundo nuevo, donde el hombre encontrará su verdadero hogar; allí podrá, al fin, descansar nuestro corazón inquieto. En medio de tribulaciones, y con una aguda conciencia de la fragilidad humana, Pablo sabe que «quien resucitó al Señor Jesús, también nos resucitará con Jesús y nos presentará ante él juntamente con vosotros»
(2Cor 4,14). La resurrección de Cristo constituye, en efecto, la primicia y el modelo de la nuestra (cf. ICor 15,20-22.45-49). Por eso el Apóstol puede exclamar confiado: «si esta tienda, que es nuestra morada terrena, se derrumba, tenemos una morada eterna en el cielo…» (¿Cor 5,1 s). El cielo en que sitúa su esperanza no es un espacio frío y descarnado, sino el ámbito del encuentro cara a cara con el Señor y del reencuentro feliz con los hermanos (cf. 2Cor 5,6-8).