Mujeres Afrodescendientes Empoderadas

Desde la palabra tango hasta iaia -una de las formas de nombrar a las abuelas- provienen de África; la presencia africana está en el ADN de la Argentina y de Buenos Aires, en donde los y las africanos/as llegaron a ser el 30% de la población antes de la fiebre amarilla, las guerras y la gran mixtura entre la población.
Sin embargo, la cultura, las raíces, la presencia y las mujeres afro permanecen invisibilizadas. En el contexto actual, siguen siendo estigmatizadas y atravesadas por la pobreza, el machismo y el sexismo, padeciendo una doble opresión: por ser mujer (violencia de género) y por ser afrodescendiente (racismo).
Ser portadoras de un rostro oscuro implica para las mujeres afrodescendientes serias consecuencias en la vida cotidiana, que se manifiestan en numerosas dificultades y trabas para acceder a un trabajo calificado, culminar los estudios medios o superiores, circular sin ser acosadas sexualmente o verse burladas y ridiculizadas.
A pesar de todas estas adversidades, las mujeres negras luchan día a día para recuperar su dignidad, y lo hacen a través de la resistencia contra la marginación que les es impuesta, en el combate contra la pobreza y el racismo, y la conciencia adquirida a través de la militancia organizada en los movimientos sociales.
La visión y perseverancia del colectivo afrodescendiente en general y de las mujeres en particular son un ejemplo de valentía, fortaleza y construcción ciudadana, defendiendo la vida como máximo valor. En este sentido, el papel de la mujer afro es esencial en el ámbito familiar, porque ellas son en términos generales el sustento económico de sus hogares, sujetos activos de la transmisión de la cultura y las tradiciones familiares a través de las distintas generaciones, y su rol es también fundamental en la comunidad y en la organización del reclamo de sus derechos, siendo que la mayoría de las organizaciones afrodescendientes están dirigidas por mujeres, en un contexto de absoluto racismo y violencia contra ellas.