El Verbo estaba con Dios, el Verbo es Dios...

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  • Опубліковано 16 жов 2024
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    ‪@fernandovasquez0916‬ 🔴
    En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.
    En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella.
    Al hablar de su preexistencia, Cristo transporta la mente al pasado de las edades sin fin. Nos ofrece la certeza de que nunca hubo un tiempo cuando él no estuviera en compañerismo eterno con Dios.
    Aquel cuya voz escuchaban los judíos entonces, había estado con Dios como alguien que siempre lo hubiera acompañado.
    Las palabras de Cristo fueron habladas con dignidad tranquila y con una seguridad y poder que trajeron convicción a los corazones de los escribas y fariseos.
    Les impactó el poder del mensaje enviado por el cielo. Dios estaba tocando a la puerta de sus corazones, suplicándoles que le permitieran entrar.
    Era igual a Dios, infinito y omnipotente. Él es el Hijo eterno, que posee vida eterna. En Cristo hay vida original, que no proviene ni deriva de otra.
    “El que tiene al Hijo, tiene la vida”. 1 Juan 5:12. La divinidad de Cristo es la garantía que el creyente tiene de la vida eterna.
    “El que cree en mí dijo Jesús, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?” Juan 11:25-26.
    Cristo miraba hacia adelante, a su segunda venida. “En Cristo estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres”. Juan 1:4.
    No es la vida física la que se menciona aquí, sino la inmortalidad, la vida que es propiedad exclusiva de Dios. El Verbo, que era con Dios, y que era Dios, tenía esa vida.
    La vida física es algo que cada individuo recibe. No es eterna o inmortal; porque Dios, el Dador de la vida, la toma nuevamente. El hombre no tiene control sobre su vida.
    Pero la vida de Cristo no provenía de otro ser. Nadie le puede quitar esa vida. “De mí mismo la pongo” dijo. En él estaba la vida original, propia, no derivada de otra.
    Esta vida no es inherente al hombre. Puede poseerla solo mediante Cristo. Mientras llevaba la naturaleza humana, Cristo dependía del Omnipotente para su vida.
    En su humanidad, se aferraba de la divinidad de Dios; y cada miembro de la familia humana tiene el privilegio de hacer lo mismo.
    La cruz, la cruz del Calvario presentada una y otra vez, desplegada en cada discurso, probará ser el bálsamo sanador de vida, revelará la belleza y excelencia de la virtud.

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