“A xustiza pola man” de Rosalía de Castro María do Cebreiro Rábade Villar | 04 jun 2013 | Mapa da Língua Aqués que ten fama de honrados na vila roubáronme tanta brancura que eu tiña, botáronme estrume nas galas dun día, a roupa decote puñéronma en tiras. Nin pedra deixaron, en donde eu vivira; sin lar, sin abrigo, morei nas curtiñas, ó raso cas lebres dormín nas campías; meus fillos… ¡meus anxos!… que tanto eu quería, ¡morreron, morreron, ca fame que tiñan! Quedei deshonrada, murcháronme a vida, fixéronme un leito de toxos e silvas; i en tanto, os raposos de sangue maldita, tranquilos nun leito de rosas dormían. -Salvádeme, ¡ouh, xueces!, berrei… ¡Tolería! De min se mofaron, vendeume a xusticia. -Bon Dios, axudaime, berrei, berrei inda… Tan alto que estaba, bon Dios non me oíra. Entonces cal loba doente ou ferida, dun salto con rabia pillei a fouciña, rondei paseniño… ¡Ne-as herbas sentían! I a lúa escondíase, i a fera dormía cos seus compañeiros en cama mullida. Mireinos con calma, i as mans estendidas, dun golpe, ¡dun soio!, deixeinos sen vida. I ó lado, contenta, senteime das vítimas, tranquila, esperando pola alba do día. I estonces… estonces, cumpreuse a xusticia: eu, neles; i as leises, na man que os ferira. Aquellos que de honrados tienen fama en la villa, ladrones me robaron, las blancas ropas mías, arrojáronme lodo sobre mis joyas ricas, y de mis otras galas fueron haciendo trizas. Ni una piedra dejaron donde vivido había; sin hogar, sin abrigo, erré por la campiña, al raso con las liebres dormí sobre las briznas y mis hijos, ¡mis ángeles!, que tanto yo quería, ¡murieron porque el hambre les arrancó la vida! Y quedé deshonrada, marchitaron mnis días diéronme triste lecho de abrojos y de espinas… y los zorros en tanto, los de sangre maldita, en su cama de rosas, descansados dormían. -Jueces -grité-, ¡salvadme!, pero vana porfía de mi ruego mofáronse, vendióme la justicia. -¡Ayudadme, Dios mío!-grité, desvanecida. Mas Dios tan alto estaba que oírme no podía. Entonces como loba rabiosa, o mal herida, cogí la hoz acerada, de hoja cortante y fina, rondé en torno despacio… ¡ni las hierbas sentían! Y la luna ocultábase, y la fiera dormía al lado de los suyos, en su cama mullida. Contempléles con calma, y la mano extendida, de un golpe… ¡de uno solo! les arranqué la vida. Y allí al lado, contenta, sentéme de las víctimas esperando serena que amaneciese el día. Y entonces… sólo entonces se cumplió la justicia… Yo, en ellos, y las leyes en mi mano homicida.
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“A xustiza pola man” de Rosalía de Castro
María do Cebreiro Rábade Villar | 04 jun 2013 | Mapa da Língua
Aqués que ten fama de honrados na vila
roubáronme tanta brancura que eu tiña,
botáronme estrume nas galas dun día,
a roupa decote puñéronma en tiras.
Nin pedra deixaron, en donde eu vivira;
sin lar, sin abrigo, morei nas curtiñas,
ó raso cas lebres dormín nas campías;
meus fillos… ¡meus anxos!… que tanto eu quería,
¡morreron, morreron, ca fame que tiñan!
Quedei deshonrada, murcháronme a vida,
fixéronme un leito de toxos e silvas;
i en tanto, os raposos de sangue maldita,
tranquilos nun leito de rosas dormían.
-Salvádeme, ¡ouh, xueces!, berrei… ¡Tolería!
De min se mofaron, vendeume a xusticia.
-Bon Dios, axudaime, berrei, berrei inda…
Tan alto que estaba, bon Dios non me oíra.
Entonces cal loba doente ou ferida,
dun salto con rabia pillei a fouciña,
rondei paseniño… ¡Ne-as herbas sentían!
I a lúa escondíase, i a fera dormía
cos seus compañeiros en cama mullida.
Mireinos con calma, i as mans estendidas,
dun golpe, ¡dun soio!, deixeinos sen vida.
I ó lado, contenta, senteime das vítimas,
tranquila, esperando pola alba do día.
I estonces… estonces, cumpreuse a xusticia:
eu, neles; i as leises, na man que os ferira.
Aquellos que de honrados tienen fama en la villa,
ladrones me robaron, las blancas ropas mías,
arrojáronme lodo sobre mis joyas ricas,
y de mis otras galas fueron haciendo trizas.
Ni una piedra dejaron donde vivido había;
sin hogar, sin abrigo, erré por la campiña,
al raso con las liebres dormí sobre las briznas
y mis hijos, ¡mis ángeles!, que tanto yo quería,
¡murieron porque el hambre les arrancó la vida!
Y quedé deshonrada, marchitaron mnis días
diéronme triste lecho de abrojos y de espinas…
y los zorros en tanto, los de sangre maldita,
en su cama de rosas, descansados dormían.
-Jueces -grité-, ¡salvadme!, pero vana porfía
de mi ruego mofáronse, vendióme la justicia.
-¡Ayudadme, Dios mío!-grité, desvanecida.
Mas Dios tan alto estaba que oírme no podía.
Entonces como loba rabiosa, o mal herida,
cogí la hoz acerada, de hoja cortante y fina,
rondé en torno despacio… ¡ni las hierbas sentían!
Y la luna ocultábase, y la fiera dormía
al lado de los suyos, en su cama mullida.
Contempléles con calma, y la mano extendida,
de un golpe… ¡de uno solo! les arranqué la vida.
Y allí al lado, contenta, sentéme de las víctimas
esperando serena que amaneciese el día.
Y entonces… sólo entonces se cumplió la justicia…
Yo, en ellos, y las leyes en mi mano homicida.
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