SANTA BÁRBARA DE CASA - HUELVA

En la parte occidental de la comarca onubense del Andévalo, debatiéndose entre esta comarca y la Sierra, Santa Bárbara de Casa se asoma a la ventana de los nuevos tiempos, aportando su luz, su belleza natural, su maravilloso paisaje y su gente, amable y acogedora. De hondo pasado y sugestivo presente, Santa Bárbara de Casa es ganadera y minera, agrícola y turística.
Este pueblo que observamos, tan bello, blanco y compacto, es el fruto de una dilatada historia de grandes contrastes y no menos vicisitudes. Ya en el Calcolítico, en las inmediaciones de Santa Bárbara se produjo un intenso poblamiento humano, muestra de ello es el yacimiento de La Zarcita, con cuatro enterramientos, y el poblado fortificado y necrópolis megalítica del Cabezo de los Vientos.
El reconocimiento como villa de Santa Bárbara de Casa no llegaría hasta 1504, cuando poblaciones como El Hornillo y Los Palacios se unificaron en torno al emplazamiento geográfico actual. En aquel momento el nombre de la localidad era el de Santa Bárvola, el cual derivó en Santa Bárbara de Hornillos. La actual denominación no llegaría hasta 1916, cuando se le añade el topónimo de Casa, aludiendo al arroyo del mismo nombre que discurre por el término.
Podemos observar en las imágenes la perfecta armonía entre el núcleo de población y la Ermita de Santa Bárbara, patrona de la localidad, un conjunto situado a 310 metros de altitud. El pueblo, con personalidad muy definida, está configurado por una típica arquitectura popular y tradicional de casas encaladas y calles empedradas, y algunas plazas con tronío, como la Plaza del Santo, ubicación de la antigua ermita de San Sebastián, del siglo XVI y derribada en 1920 para dar paso a la citada plaza, o la Plaza Resolana, flanqueada por el Ayuntamiento y la Iglesia Nuestra Señora de la Piedad, del último tercio del siglo XVIII, obra de Ambrosio Figueroa, de planta basilical con una interesante puerta neoclásica y una torre barroca que otorga un sello característico al paisaje urbano barbarito.
Saliendo del casco urbano, y subiendo sus últimas empinadas calles, damos con la Calle La Santa. Al final de la misma nos encontramos con la Ermita de Santa Bárbara, conocida como La Santa, que presenta un marcado carácter popular, como lo demuestran sus blancas paredes, perfectamente encaladas.
Desde su construcción, entre finales del siglo XVII e inicios del XVIII, siempre ha estado vigilante del quehacer diario de los vecinos. Parece ser que hubo una anterior ermita de Santa Bárbara en el mismo solar, construida a principios del siglo XVI por los primitivos habitantes establecidos en las aldeas cercanas como El Hornillo y Los Palacios.
Desde este punto, desde el Mirador de la Santa, las vistas son espectaculares, pudiéndose apreciar el magnífico paisaje arbolado, de encinas y pinos principalmente, dando cobertera a los terrenos alomados de esta serranía. Y salpicando este paisaje, y en los alrededores del núcleo urbano, nos encontramos con una serie de molinos harineros de viento que están situados sobre cerros para aprovechar los vientos que vienen del Atlántico. Estos molinos pertenecen a la categoría conocida como Mediterráneos o torre con vela latina.
En el término municipal se encuentran elementos patrimoniales como el ya comentado, y aceptablemente conservado, complejo dolménico de La Zarcita, y la nueva Ermita de San Sebastián, construida a principios de los años 90 del siglo XX en los terrenos conocidos como “Encinares de Dos Hermanas”. En ella se celebra cada fin de semana posterior a la Pascua de Resurrección la anual romería en honor del Patrón barbarito, San Sebastián.
Por cierto, en esa Dehesa de Dos Hermanas elaboran unos quesos de leche cruda de oveja…, y qué decir de las carnes de cerdo ibérico de sus dehesas de encinas, y los gurumelos, y… Mejor que paremos, que hablar de Santa Bárbara de Casa es sinónimo de quedarnos sin tinta ni papel.
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