Manuel Machado 7 mejores poemas
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- Опубліковано 4 гру 2022
- Contiene:
00:03 La copla
00:43 La toná de la fragua
05:59 Coplejas
09:24 Adelfos
12:04 Castilla
13:53 Antífona
16:09 Yo, poeta decadente
Poesía, cuentos y narraciones en la voz de Tomás Galindo.
Alargaste seis rosas a mis manos, y luego las pusiste en un cristal... Esa memoria viene a mí y recuerdo su fresco aroma carmesí... Tú.... Sólo tú sabes lo que a mí me gusta... Lo que a mí sensibilidad agrada...
1. La copla
Hasta que el pueblo las canta,
las coplas, coplas no son,
y cuando las canta el pueblo,
ya nadie sabe el autor.
Tal es la gloria, Guillén,
de los que escriben cantares:
oír decir a la gente
que no los ha escrito nadie.
Procura tú que tus coplas
vayan al pueblo a parar,
aunque dejen de ser tuyas
para ser de los demás.
Que, al fundir el corazón
en el alma popular,
lo que se pierde de nombre
se gana de eternidad.
2. La toná de la fragua
Mi pena es mu mala,
porque es una pena que yo no quisiera
que se me quitara.
Vino como vienen,
sin saber de dónde,
el agua a los mares, las flores a mayo,
los vientos al bosque.
Vino, y se ha quedado
en mi corazón,
como el amargo en la corteza verde
del verde limón.
Como las raíces
de la enredadera,
se va alimentando la pena en mi pecho
con sangre e mis venas.
Yo no sé por dónde,
ni por dónde no,
se me ha liao esta soguita al cuerpo
sin saberlo yo.
Pensamiento mío,
¿adónde te vas?
No vayas a casa de quien tú solías,
que no pués entrar.
A pasar fatigas
estoy ya tan hecho
que las alegrías se me vuelven penas
dentro de mi pecho.
Mare de mi alma,
la vía yo diera
por pasar esta noche de luna
con mi compañera.
A la vera tuya
no puedo volver...
¡Cómo por unas palabritas locas
se pierde un querer!
Yo voy como un ciego
por esos caminos.
Siempre pensando en la penita negra
que llevo conmigo.
Ya se han acabado
los tiempos alegres.
Las florecitas que hay en tu ventana
para mí no huelen.
Desde que te fuiste,
serrana, y no vuelves,
no sé qué dolores son estos que tengo,
ni dónde me duelen.
Esta cadenita,
mare, que yo llevo,
con los añitos que pasan, que pasan,
va criando hierro.
Los bienes son males,
los males son bienes...
Las mis alegrías, ¡cómo se me han vuelto
fatigas de muerte!
Toíta la tierra
la andaré cien veces,
y volveré a andarla pasito a pasito,
hasta que la encuentre.
Se quebró el jarrito
pintao del querer.
¡Cómo plateros ni artistas joyeros
lo puen componer!
La prueba del frío,
la prueba del fuego...
¡Cómo ha salido mi corazoncillo
del mejor acero!
Yo corté una rosa
llenita de espinas...
Como las rosas espinitas tienen,
son las más bonitas.
El cristal se rompe
del calor al frío,
como se ha roto de alegría y pena
mi corazoncillo.
Yo sentí el crujío
del cristalito fino que se rompe
del calor al frío.
Maresita'r Carmen,
guiarme los pasos,
pa que me aparte de la mala senda
que vengo pisando.
Las que se publican
no son grandes penas.
Las que se callan y se llevan dentro
son las verdaderas.
Rosita y mosquetas,
claveles y nardos,
en sus andares la mi compañera
los va derramando.
Negra está la noche,
sin luna ni estrellas...
A mí me alumbraban los ojitos garzos
de mi compañera.
La persona tuya
es lo que yo quiero.
Tenerte en mis brazos, mirarme en tus ojos
y comerte a besos.
En los caracoles,
mare, de tu pelo,
se me ha enredado el alma, y la vida,
y el entendimiento.
Horas de alegría
son las que se van...
Que las de pena se quedan y duran
una eternidad.
Cuéntame tus penas,
te diré las mías...
Verás cómo al rato de que estemos juntos
todas se te olvidan.
Estando contigo,
que vengan fatigas...
Puñalaítas me dieran de muerte,
no las sentiría.
La quiero, la quiero,
¿qué le voy a hacer?...
Para apartarla de mi pensamiento
no tengo poder.
¡Vaya un amaguito
tan dulce que tienen
los ojos azules que tanto me gustan...,
Que tanto me ofenden!
Sin verte de día,
serrana, no vivo...
Y luego, a la noche, me quitas el sueño,
o sueño contigo.
Compañera mía,
tan grande es mi pena
que el sol, cuando sale, con tanta alegría
no me la consuela.
¡Mírame, gitana,
mírame, por Dios!
Con la limosna de tus ojos negros
me alimento yo.
3. Coplejas
Hermanita y compañera,
la de los ojitos negros
y la carita morena...
Tú eras buena y eras mala,
pero, como te quería,
toíto te lo pasaba...
Toíto te lo pasaba...
Y ahora, como no te quiero,
se acabó lo que se daba.
No te quiero decir na...
No quiero que se te ponga
la carita colorá.
Toíto es hasta acostumbrarse.
Cariño le toma el preso
a las rejas de la cárcel.
La veredita es la misma...
pero el queré es cuesta abajo,
y el olvidar, cuesta arriba.
Me va faltando el sentío.
Cuando estoy alegre, lloro;
cuando estoy triste, me río.
Unos negros ojos vi...
Desde entonces en el mundo
todo es negro para mí.
Enseñanzas del vivir...
yo ya no se que pensar,
ni siquiera qué sentir.
Los siete sabios de Grecia
no saben lo que yo sé...
Las fatiguitas y el tiempo
me lo hicieron aprender.
Yo pensaba haber cogido
la naranja y el azahar...
Con hacer leña del tronco
me tuve que contentar.
A la orillita del río
me pongo a considerar:
mis penas son como el agua,
que no acaban de pasar.
Ya se han acabado
los tiempos alegres.
Las florecitas que hay en tu ventana
para mí no huelen.
Desde que te fuiste,
serrana, y no vuelves,
no sé qué dolores son estos que tengo,
ni dónde me duelen.
Cuéntame tus penas,
te diré las mías...
Verás cómo al rato de que estemos juntos
todas se te olvidan.
¡Vaya un amaguito
tan dulce que tienen
los ojos azules que tanto me gustan...,
que tanto me ofenden!
Esta agüita fresca...
¡Cómo la tengo en los propios labios
y no pueo beberla!
Eres bonita y mala
como la adelfa,
que da gusto a los ojos,
pero envenena.
Aunque yo tengo,
contra veneno tanto,
contraveneno.
Yo me acosté una noche
tranquilo y sano,
y amanecí loquito
y enamorado.
Que los amores
y las enfermedades
crecen de noche.
Dicen que las ojeras
llenan tu cara,
y no es más que la sombra
de tus pestañas.
Mi morena fue a sacar
agüita fresca del pozo,
y el agua salió jirviendo
como la lumbre de sus ojos.
Crece el fuego con el viento;
con la noche, el padecer;
con el recuerdo, la pena:
con los celos, el querer.
4. Adelfos
Yo soy como las gentes que a mi tierra vinieron
soy de la raza mora, vieja amiga del Sol,
que todo lo ganaron y todo lo perdieron.
Tengo el alma de nardo del árabe español.
Mi voluntad se ha muerto una noche de luna
en que era muy hermoso no pensar ni querer...
Mi ideal es tenderme, sin ilusión ninguna...
De cuando en cuando, un beso y un nombre de mujer.
En mi alma, hermana de la tarde, no hay contornos...;
y la rosa simbólica de mi única pasión
es una flor que nace en tierras ignoradas
y que no tiene aroma, ni forma, ni color.
Besos ¡pero no darlos! Gloria.... ¡la que me deben!
¡Que todo como un aura se venga para mí!
¡Que las olas me traigan y las olas me lleven,
y que jamás me obliguen el camino a elegir!
¡Ambición! No la tengo. ¡Amor! No lo he sentido.
No ardí nunca en un fuego de fe ni gratitud.
Un vago afán de arte tuve... Ya lo he perdido.
Ni el vicio me seduce ni adoro la virtud.
De mi alta aristocracia dudar jamás se pudo.
No se ganan, se heredan, elegancia y blasón...
Pero el lema de casa, el mote del escudo,
es una nube vaga que eclipsa un vano sol.
Nada os pido. Ni os amo ni os odio. Con dejarme,
lo que hago por vosotros, hacer podéis por mí...
¡Que la vida se tome la pena de matarme,
ya que yo no me tomo la pena de vivir!...
Mi voluntad se ha muerto una noche de luna
en que era muy hermoso no pensar ni querer...
De cuando en cuando un beso, sin ilusión ninguna.
¡El beso generoso que no he de devolver!
5. Castilla
El ciego sol se estrella
en las duras aristas de las armas,
llaga de luz los petos y espaldares
y flamea en las puntas de las lanzas.
El ciego sol, la sed y la fatiga
Por la terrible estepa castellana,
al destierro, con doce de los suyos
- polvo, sudor y hierro - el Cid cabalga.
Cerrado está el mesón a piedra y lodo.
Nadie responde... Al pomo de la espada
y al cuento de las picas el postigo
va a ceder ¡Quema el sol, el aire abrasa!
A los terribles golpes
de eco ronco, una voz pura, de plata
y de cristal, responde... Hay una niña
muy débil y muy blanca
en el umbral. Es toda
ojos azules, y en los ojos. lágrimas.
Oro pálido nimba
su carita curiosa y asustada.
Buen Cid, pasad. El rey nos dará muerte,
arruinará la casa
y sembrará de sal el pobre campo
que mi padre trabaja...
Idos. El cielo os colme de venturas...
¡En nuestro mal, oh Cid, no ganáis nada!
Calla la niña y llora sin gemido...
Un sollozo infantil cruza la escuadra
de feroces guerreros,
y una voz inflexible grita: ¡En marcha!
El ciego sol, la sed y la fatiga...
Por la terrible estepa castellana,
al destierro, con doce de los suyos
- polvo, sudor y hierro - el Cid cabalga.
6. Antífona
Ven, reina de los besos, flor de orgía,
amante sin amores, sonrisa loca...
Ven, que yo sé la pena de tu alegría
y el rezo de amargura que hay en tu boca.
Yo no te ofrezco amores que tú no quieres;
conozco tu secreto, virgen impura;
Amor es enemigo de los placeres
en que los dos ahogamos nuestra amargura.
Amarnos... ¡Ya no es tiempo de que me ames!
A ti y a mí nos llevan olas sin leyes.
¡Somos, a un mismo tiempo, santos e infames;
somos, a un tiempo mismo, pobres y reyes!
¡Bah! Yo sé que los mismos que nos adoran
en el fondo nos guardan igual desprecio.
Y justas son las voces que nos desdoran...
Lo que vendemos ambos no tiene precio.
Así, los dos: tú, amores, yo poesía,
damos por oro a un mundo que despreciamos...
¡Tú, tu cuerpo de diosa; yo, el alma mía!...
Ven y reiremos juntos mientras lloramos.
Joven quiere en nosotros Naturaleza
hacer, entre poemas y bacanales,
el imperial regalo de la belleza,
luz, a la oscura senda de los mortales.
¡Ah! Levanta la frente, flor siempre viva,
que das encanto, aroma, placer, colores...
Diles, con esa fresca boca lasciva...,
¡que no son de este mundo nuestros amores!
Igual camino en suerte nos ha cabido,
un ansia igual nos lleva que no se agota,
hasta que se confundan en el olvido,
tu hermosura podrida, mi lira rota.
Crucemos nuestra calle de Amargura
levantadas las frentes, juntas las manos...
¡Ven tú conmigo, reina de la hermosura!
¡Hetairas y poetas somos hermanos!
7. Yo, poeta decadente
Yo, poeta decadente,
español del siglo veinte,
que los toros he elogiado,
y cantado
las golfas y el aguardiente...,
y la noche de Madrid,
y los rincones impuros,
y los vicios más oscuros
de estos bisnietos del Cid:
de tanta canallería
harto estar un poco debo;
ya estoy malo, y ya no bebo
lo que han dicho que bebía.
Porque ya
una cosa es la poesía
y otra cosa lo que está
grabado en el alma mía...
Grabado, lugar común.
Alma, palabra gastada.
Mía... No sabemos nada.
Todo es conforme y según.