La gente alababa a Dios.Padre Jesús. Julio 4 2024. Beato Pier Giorgio Frassati.

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  • Опубліковано 2 жов 2024
  • Beato Pier Giorgio Frassati.
    Fue un joven laico dominico italiano miembro de la Acción Católica, institución en la que ingresó en al adolescencia. Dedicó mucho tiempo en actividades que ayudaban a los pobres y enfermos y les daba su dinero. Fue un gran montañista, escaló los Alpes y el Valle de Aosta. Es venerado como beato de la Iglesia católica.
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    Evangelio del día
    Lectura del santo evangelio según San Mateo 9, 1-8.
    En aquel tiempo, subió Jesús a una barca, cruzó a la otra orilla y fue a su ciudad. En esto le presentaron un paralítico, acostado en una camilla. Viendo la fe que tenían, dijo al paralítico:
    «¡Ánimo, hijo!, tus pecados te son perdonados».
    Algunos de los escribas se dijeron:
    «Este blasfema».
    Jesús, sabiendo lo que pensaban, les dijo:
    «¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir: “Tus pecados te son perdonados”, o decir: “Levántate y echa a andar”? Pues, para que veáis que el Hijo del hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados -entonces dice al paralítico-: “Ponte en pie, coge tu camilla y vete a tu casa”».
    Se puso en pie y se fue a su casa.
    Al ver esto, la gente quedó sobrecogida y alababa a Dios, que da a los hombres tal potestad.
    Reflexión del Evangelio de hoy.
    Ánimo, hijo, tus pecados son perdonados.
    Esta frase del Señor al paralítico nos dice el Evangelio que escandalizó a muchos de los presentes… Lo que no nos dice es qué efecto causó al paralítico y, sin embargo, estoy convencido que fue ya determinante para él que le llamara “hijo” y que le perdonara sus pecados… Y es que Jesús interviene con la fuerza del Padre en la historia de esta persona y lo llama, desde la oscuridad del mal y el sinsentido, a la luz de la Bienaventuranza.
    Esta Revelación de Dios en la historia de una persona y de una comunidad que la presenta precede al milagro físico. Con Jesús Dios entra en nuestra historia paralizada por el mal y el pecado y nos anima a convertirnos. Y es que el mal, las “estructuras de pecado” que diría San Juan Pablo II, nos atenazan y no nos dejan vivir ni caminar. Jesús ha venido para dar de nuevo vigor a nuestras piernas, a nuestros corazones, en la Misión del Reino.
    La Iglesia es quien nos presenta al Señor que viene por el camino de nuestra vida y prepara, mediante los sacramentos, nuestro corazón para el encuentro y la palabra de ánimo de Jesús que, de seguro, ya resuena entre otros tantos sonidos que nos rodean y dispersan. La clave está en reconocerle y que nuestras piernas experimenten la fuerza para levantarnos, seguirle en la Misión que nos encomiende.
    «La pereza es un pecado feo, puede afectar a cada hombre: es vivir porque es gratis el oxígeno, el aire, es vivir siempre mirando a los otros que son más felices que yo, vivir en la tristeza, olvidar la alegría. Es un pecado que paraliza, nos hace paralíticos. No nos deja caminar. A nosotros Jesús hoy nos dice: Levántate, toma tu vida como es, bonita, fea, como sea, tómala y ve adelante. No tengas miedo, ve adelante con tu camilla - “Pero, Señor, no es el último modelo…” - ¡Pero ve adelante! ¡Con esa camilla fea, quizá, pero ve adelante! Es tu vida, es tu alegría».
    (Homilía de S.S. Francisco, 28 de marzo de 2017, en santa Marta)
    D. Carlos José Romero Mensaque, O.P.
    Fraternidad “Amigos de Dios” de Bormujos (Sevilla).
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    Pensamientos para el Evangelio de hoy.
    «Es una gran miseria el hombre orgulloso, pero más grande es la misericordia de Dios humilde» (San Agustín)
    «El paralítico no podría haberse encontrado con Él si no hubiera habido otros que le llevaran en la camilla. Es siempre hermoso poder contar con personas que nos acercan a Jesús con el ejemplo de sus buenas obras. La santidad personal ayuda a otros a ser santos» (Benedicto XVI)
    «‘Dios nos ha creado sin nosotros, pero no ha querido salvarnos sin nosotros’ (San Agustín). La acogida de su misericordia exige de nosotros la confesión de nuestras faltas (…)» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 1.847)
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