Dominga nace de dar el homenaje que se merecen las personas mayores antes de que sea demasiado tarde, porque los homenajes deberían ser en vida y no cuando se han ido y solo nos queda vivir de sus recuerdos.
Pero no solo es un homenaje, sino que a través de este camino busco profundizar en temas como es la soledad, el paso del tiempo y las raíces de nuestros antepasados, ¿Qué fue de estas personas si nadie escribe sobre ellos? ¿Desaparecen cuando ya no hay nadie que los recuerde? Es lo que quería evitar a toda costa.
Venimos de unas manos trabajadas, de paisajes teñidos de cereal y viñedos, del silencio al mostrar nuestros sentimientos más profundos, de la humildad y la sencillez de nuestros paisanos y de ser hogar para el forastero que llega y descubre que nuestras calles y nuestros pueblos en realidad están llenos de vida. Vidas como la de Dominga que hacen que en algunos casos la realidad supere la ficción.
Después de darle hasta tres formas diferentes de contar esta historia, finalmente me decanté por hacerla lo más realista posible y eso resultaba abrir el corazón en canal tanto el de ella como el mío para contar esta historia.
Para mí, mi abuela ha sido como mi madre, me ha cuidado desde que tengo memoria y recuerdo como cogía la viajera (como se llamaba al autobús) para pasar unos días en el pueblo. Ella vivía desde hace décadas en Valdepeñas, pero en su pueblo natal, en Torrenueva todavía tenía a su familia y al fin y al cabo sentía que su hogar era ese lugar.
Con el paso del tiempo, y del suyo propio, observé como disminuía sus viajes a su pueblo hasta el punto que la única forma de estar en contacto con su familia era a través de un teléfono fijo. Lo que unos simplemente 17 kilómetros separaban de un pueblo a otro, para ella era una vida entera. Comenzamos este viaje, para preparar su “vuelta” y que no fuera en vano y así volverse a encontrar con su pueblo, su familia y sus orígenes....así sucedió.
¿El argumento? Un boleto de lotería agraciado con el primer premio del sorteo que hace que Dominga tire literalmente la casa por la ventana y compre la casa del pueblo donde convivió y seguramente pasó los mejores años de su vida junto con su familia. Teníamos la excusa perfecta para organizar el viaje y poder grabar lo que sería su viaje de retorno final. Gracias a la ayuda de los vecinos, familiares y paisanos se convirtieron por una jornada en auténticos actores y actrices y sin pedir nada a cambio hicieron que la historia fuera lo más real posible.
Junto a un equipo reducido, un guion que iba cambiando en función de las circunstancias y necesidades de nuestra protagonista y paisanos pudimos llevar a la pantalla esta pequeña gran historia. Tres meses de investigación y composición de la trama, y otros tres meses de rodaje entre Valdepeñas y Torrenueva fue parte del trabajo realizado para que este proyecto se llevara a cabo. Entre alguna otra repetición de escena, errores y algún que otro contratiempo este cortometraje pudo tener su recorrido por los cines de Cuenca, por el pueblo natal de mi abuela, Torrenueva, con el que el que el cariño y el calor de la gente arroparon a su ya vecina histórica de este pueblo. Finalmente acabamos aquí en Valdepeñas, aquí tenía que ser la última parada, donde todo comenzó y a día de hoy sigue.
En definitiva, tengo la sensación de que Dominga ya no sólo es mi querida abuela, sino es el reflejo de todos y cada una de nuestros antepasados. Todos hemos accedido a nuestro niño interior al contemplar su historia y hemos recordado como eran y cuanto les echamos de menos a los que algunos ya nos falta parte de nuestra historia.
Igual el proyecto no era solo mostrar la travesía de emociones que llevan a Dominga a volver a su casa del pueblo, sino que, siendo egoístas, me sirvió a mi como director y sobre todo como nieto, tener un recuerdo visual y permanente al que acudir cuando verdaderamente ella decida volver definitivamente a su casa.
A todos mis abuelos y abuelas.
En especial a Dominga, de mayor seré como tú.