En una entrevista durante el 2004, un Michael Kiske visiblemente afectado por la pésima recepción de, en ese entonces el debut discográfico de un proyecto suyo llamado Supared, y decepcionado por la industria del metal a la que consideraba limitante e intransigente, sentenciaría: "No me volverán a oír nunca más haciendo metal en el resto de mi vida".
A pesar de estas y otras controvertidas declaraciones, a lo largo de los años, mi opinión sobre Michael Kiske ha ido cambiado. Con el tiempo he llegado a entenderle e incluso pude darme cuenta, a través de algunas entrevistas suyas, de que la visión particular que él tiene sobre la música, la creatividad y la industria coincide en algunos aspectos con la mía.
Desde su aparatosa salida de Helloween se ha movido de un proyecto a otro, sin un rumbo aparentemente fijo. Empezó una carrera en solitario en 1996 y desde entonces ha colaborado también con otros artistas, siempre evitando en lo posible, según sus palabras, todo aquello que tuviera que ver con guitarras estridentes y sonidos “heavies”, pues no era lo suyo y tampoco le gustaban.
Así que, mientras sanaba su propia mente y espíritu, y la idea de una reunión con su antigua banda ni siquiera era una mota de polvo en su atribulada mente, Kiske se avocó a sus propias convicciones.
Esta canción que nos ocupa pertenece al primer álbum de un proyecto, armado por el sello Frontiers Records (al que por cierto tengo cierto recelo) en el año 2005, orientado al rock de corte más melódico. Kiske apenas tuvo participación a nivel compositivo, así que toda su labor en el disco se reduce a la parte vocal ¡y con eso es más que suficiente! Kiske sigue siendo un portento y escucharle en otras tesituras es realmente gratificante, más aún cuando va acompañado de profesionales de tan alto nivel.
Si puedes, échale una oreja al álbum completo, no te encontrarás un Keeper, pero ni falta le hace.